lunes, 8 de octubre de 2018

Jet Lag

Otra vez... Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo. Todavía recuerdo nuestra última experiencia voladora de larga distancia como si fuera ayer. Y creo que ésta será la última por algún tiempo, al menos eso creo.
Cuando compramos el vuelo, las ganas de tenerlo ya sumadas al hecho de que siempre buscamos lo más económico,  nos hicieron elegir una ruta que, quizá, no nos pensamos demasiado. ¿Por qué? Veréis:

Ni sé cómo llamar a levantarte a las 3 y media de la mañana después de un día completo de preparativos y nervios. Buscar un taxi a las 4 de la mañana, llegar al aeropuerto, facturar y lo de siempre...
Esa sensación en la puerta de embarque de ¿Por qué hago ésto? Otra vez 3 vuelos durante más de un día, además uno de ellos de 12 horazas que se dice pronto.

En fín, ya que estamos aquí habrá que subir, y tras 2 horas por el aire aterrizamos en París. Locura de aeropuerto lleno de gente, de colas y controles. Hasta llegar a la zona de las tiendas a esperar nuestro supervuelo con más sueño que vergüenza y bastante miedo. Pero bueno, había que subir. Y, sí. Fueron 12 las horas seguidas metido en uno de los lugares en los que menos me veo, queriendo moverme sin poderlo, tratando de dormir sin conseguirlo, una hora tras otra y otra y otra...

Pero llegamos, el avión aterrizó, con diferencia mi mejor momento del día. Y eso que aún quedaba el último de otras 2 horas más.  Para que os voy a contar.
Ahí fue cuando empezamos a sentirnos raros. Es por la mañana pero tu cuerpo te dice que por qué aún no has cenado. El peso de los huesos nos empuja directamente hacia el suelo y cuando ves un sillón, sofá o el propio suelo sientes una atracción incontrolable hacia ellos
Pero no, subimos al avión y llegamos tras un turbulento vuelo. Ya me daba igual el miedo.

El calor horroroso contrastó el frío de aviones y aeropuertos, no tuvimos término medio. Pero  bueno, ya estamos aquí. Ahora empieza lo bueno.

Otra vez, sí. Otra vez tan lejos. Pero estamos muy contentos, al fín hemos llegado y ya desde el principio la cosa promete. Y nosotros prometemos también que viviremos cada momento como siempre hacemos, subiendo, bajando, hablando con la gente, corriendo por ahí y disfrutando como niños.

Aunque ahora no sepamos qué hora es, cuando hay que comer o cuanto dormir, sí que sabemos dónde estamos y todo lo bueno que de aquí nos llevaremos.

Aquí ilustramos un poco todo este primer día de locura y jet lag viajero.


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