lunes, 29 de octubre de 2018

Myanmar: La Pureza del Alma

Creo que puedo decir que, en el Sudeste Asiático, ya lo he visto casi todo. Y quizá sea verdad que puedo decir eso, pero sé que no es cierto...

Dejando claro que, tras estar en Bagan, el Lago Inle, Mandalay o Hpa-An entre otros; aquellos lugares alucinantes que vimos antes por Asia, quedaron momentáneamente en el olvido. Cada comparación entre uno y otro serían, a día de hoy, bastante interpretables.

Por eso ahora querría hablar de algo que no se ve, y que no te van a enseñar en ninguna foto. Voy a esforzarme mucho en compartir ésto con todos vosotros. ¡Ojalá me entendáis!

Las vivencias, los momentos perfectos y los lugares místicos... todo eso está ahí pero, para que la experiencia sea completa, influyen otros muchos factores externos.

Si al llegar al aeropuerto de Yangon, con un calor que no se puede imaginar, no nos llega ese taxista y nos recoge del enjambre de gente, de la locura de controles y locales comerciales; y nos guía entre tooodo ese calor; no sé qué hubiera pasado. Y con el peor Jet Lag que nunca hayamos experimentado, nuestro primer amigo birmano nos llevó a casa sanos y salvos.
Yangon fue la Capital de Birmania y hoy, por motivos varios, no lo es. Aunque es la ciudad con mayor proyección internacional y con el mejor aeropuerto del país.

Nada más llegar, y con un hambre de pelotas, lo que haces normalmente es pararte en el puesto de noodles más cercano. Pero no fue del todo así, nos paramos en el de aquella niña... Que no sabes por qué, pero que ya te había cautivado con una mirada furtiva cuando empezabas a andar esa calle. Es una chica que, quizás de haber nacido en otro entorno, pudiera haber tenido una exitosa carrera profesional. ¡¿Quién sabe si incluso podría haber cambiado el Mundo?! Pero la vida es así, y hoy esa niña me está dando mi comida por algo así como 50 céntimos de euro con la mejor de sus sonrisas. La mejor de sus sonrisas se convirtió en la primera de una lista interminable, y que sé que no estaré ni cerca de poder contaros nunca.

Y es que aquella carrera improvisada con Uma (nuestra joven guía por el campo), tras horas de camino desde Kalaw, no se puede contar. ¡Cómo cuidan de sus animales de carga!, lo importantes que son para ellos... Y High, ese chaval que quiere ser guía turístico en un futuro y que tantas veces nos recogió del suelo, cómo nos mostró sin tapujos todas las costumbres de su pueblo. Ellos y ellas, que reían todo el tiempo, estupefactos por el simple hecho de que Marina y yo no estuviéramos casados y con hijos tras 11 años de pareja. Deberíais venir y ver cómo es todo ésto.

El color rojo y el olor, imposible de contar, de la boca de ese barquero nos llevó a soñar por un tiempo, bajo el Cielo y sobre el agua, que nosotros también éramos como ellos. Criaturas que flotaban todo el tiempo sobre ese lago. Flotando a través de sus atajos acuáticos para llevarnos hasta el mismísimo centro de rituales centenarios, y pidiéndonos que, por una sola vez, le dejáramos sólo un minuto para para rezar y admirar las tradiciones de su gente. Y, al volver tras un día entero de trayecto en la barca, ahí le esperaba su mujer para ayudarle a amarrarla y acompañarle a un más que merecido descanso en una compañía mucho más agradable, seguramente, que la nuestra.

No sé si hablar un poco más de lo bonito y lo importante que crearon las Birmanos en Bagan y Mandalay. Eso está ya bien escrito y lo habréis visto leyendo nuestro blog. Pero no se ven los detalles; no vais a poder saborear un desayuno de churros y samosas en aquel restaurante local. En medio de las miradas, amistosas y extrañadas. Tantas y tantísimas fotos con los lugareños, con madres e hijos, monjes y monjas... Ellos tienen una foto nuestra, nosotros nos llevamos la pureza de su Alma que, a cada momento, nos regalaban y que se nos quiso contagiar en todo momento.
 
Te vas a un parque y te buscan para ver que haces. Bajas a una cascada y te hacen de guía. La contraseña, una sola palabra... Y esa no es otra que una que diré después... Porque no es este el momento. No lo es si no estás aquí y la dices.

No puedo creer que existan corazones tan puros como para, hoy en día, aparcar sus agendas y planes futuros; parando algo tan importante como una línea de tren, y no una cualquiera. Este que está aquí se creyó con el derecho moral de detener la línea de tren más importante de Birmania, algo que ocurrió. Fue real que corrimos por las vías de un tren bicentenario por necesidad propia. Que volvimos, magullados y cansados, tras media hora de una búsqueda esperpéntica del "móvil perdido". Todo salió bien tras un derroche lapidario de nuestro propio Karma. Ya no se puede cambiar y, sí: mi móvil cayo de un tren histórico y lo pararon, esperando más de media hora, a que volviéramos Jesús y yo con él. No puedo calificar en frío nada de ésto y sólo puedo decir: ¡Gracias amigos Birmanos!

Aún así, pasando por lugares tan Sagrados como Hpa-An y la Roca Dorada, nos siguieron ayudando. Fuimos, por enésima vez, llevados en volanda por los prados de Hpa-Pu, la aldea de Kimpun o sus numerosas cuevas Sagradas. Es más, tuvieron tiempo de llevarnos al mercado de Bogyoke, servirnos una maravillosa cena en el barrio chino y ponernos unas copillas en el hotel horas antes de nuestro tortuoso vuelo de vuelta.

Y, ahora, sí que lo digo en serio. Las montañas, el Mar, o las grandes capitales... Es que en ningún momento fueron nada sin ellos... Las personas, esos niños y mayores, toda esa gente.

Es lo que es, algo que no podremos contar jamás. Es Myanmar: La pureza del Alma.

Debí decirlo al iniciar, pero ya llegó el final y necesito, una última vez, volveros a saludar.

"Mingalarbar" y, por supuesto, "Jay Zu Bar"...

Gracias. De verdad.























1 comentario:

  1. Gracias a vosotros por compartir todas esas experiencias.
    Un abrazo.
    Co.

    ResponderEliminar