A media tarde llegamos a Hpa-An, un pueblo o región que casi
habíamos descartado porque creíamos que no nos iba a dar tiempo de visitar.
Pero aquí estamos y, con lo bien que nos lo hemos montado, aún nos va a quedar
un día para unas compras y un poco de piscina y todo. ¡Qué cracks!
A mí la zona me recuerda un poco a Vang Vieng, en Laos, pero
con montañas más impresionantes si cabe y aderezadas con extensas zonas de
arrozales. A las cuáles había que sumarles la recurrente amabilidad de los
locales y la suerte de encontrar un alojamiento perfecto, cortesía del consejo
de nuestros amigos españoles de Bago.
Al siguiente día nos adentraríamos en el corazón de la
región en nuestra última moto para visitar los ocho lugares de interés más
famosos. Pero hoy es hoy y aún nos queda tiempo para ver algo más. Y, con un
Sol de justicia, nos atrevimos a cruzar el río y a subir al monte Hpa-Pu. Una
locura que, quizás de haberlo sabido antes, no hubiéramos hecho. Menuda hora y
media de ascenso por escaleras, senderos y escalas de bambú bajo el Sol que nos
tragamos. Pero es que ya nos atrevemos con todo, aunque no veas la sudada que
nos pegamos. Para acabar el día, una visita al mercado local y cena en un
restaurante muy chulo (al que iríamos también al día siguiente).
A la mañana siguiente nos esperaba nuestra moto para
afrontar el "soleado" reto de ver los ocho lugares más famosos de la
zona. Empezando por la cueva Kaw Ka Taung, cuya mayor peculiaridad es que tiene
un manantial donde puedes zambullirte (nosotros no nos metimos porque aún era
algo temprano).
El segundo punto de interés también fue una cueva, la Saddan
Cave. Una cueva tan profunda que tuvimos que salir por detrás (al ser lugares
sagrados hay que entrar descalzos, por lo que tuvimos que atravesarla sin las
chanclas), donde nos pillamos una barca que nos llevó hasta la entrada de la
misma (no sin antes pasar por debajo de la montaña casi tumbados en la barca).
Muy guay.
Tras volver a la moto llegamos a Yae Ta Khon, un manantial
que hacía las veces de piscina (todos los niños del pueblo chapoteaban y se
tiraban al agua) y en la cual nosotros también nos bañamos. Muy cerca estaba el
parque de budas de Lumbini. Lleno de estatuas y en el que, si querías, podías
iniciar una ascensión de dos horas a la pagoda de la montaña. Nosotros pasamos
y seguimos con la ruta en moto.
Sobre todo pasamos de la montaña porque nos hacía mucha
ilusión acercarnos a ver el Kyauk Ka Lat. Un monte minúsculo en el que,
desafiando a la gravedad, se erige un templo. Es una imagen que supera
cualquier expectativa y que tuvimos la suerte de ver de cerca.
Para terminar, tres cuevas más: Kawgun Cave, repleta de
monos y en la que destacan las numerosas estatuas de buda y miles de
representaciones a lo largo de la pared de roca (similares al estuco);
Yathapyan Cave, otra cueva superprofunda que acaba en un mirador alucinante
sobre el río y el valle; y Bat Cave, la cual no tiene demasiado más allá de una
ascensión algo peligrosa y un espectáculo que se genera al ocaso con la salida
de los murciélagos, algo que nosotros declinamos.
Y después de una cena estupenda en nuestro restaurante
preferido nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos esperaba otro autobús a
Yangon y un día de compras y últimas sensaciones en Birmania.
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