sábado, 27 de octubre de 2018

Hpa-An, belleza en estado puro.


A media tarde llegamos a Hpa-An, un pueblo o región que casi habíamos descartado porque creíamos que no nos iba a dar tiempo de visitar. Pero aquí estamos y, con lo bien que nos lo hemos montado, aún nos va a quedar un día para unas compras y un poco de piscina y todo. ¡Qué cracks!

A mí la zona me recuerda un poco a Vang Vieng, en Laos, pero con montañas más impresionantes si cabe y aderezadas con extensas zonas de arrozales. A las cuáles había que sumarles la recurrente amabilidad de los locales y la suerte de encontrar un alojamiento perfecto, cortesía del consejo de nuestros amigos españoles de Bago.

Al siguiente día nos adentraríamos en el corazón de la región en nuestra última moto para visitar los ocho lugares de interés más famosos. Pero hoy es hoy y aún nos queda tiempo para ver algo más. Y, con un Sol de justicia, nos atrevimos a cruzar el río y a subir al monte Hpa-Pu. Una locura que, quizás de haberlo sabido antes, no hubiéramos hecho. Menuda hora y media de ascenso por escaleras, senderos y escalas de bambú bajo el Sol que nos tragamos. Pero es que ya nos atrevemos con todo, aunque no veas la sudada que nos pegamos. Para acabar el día, una visita al mercado local y cena en un restaurante muy chulo (al que iríamos también al día siguiente).

A la mañana siguiente nos esperaba nuestra moto para afrontar el "soleado" reto de ver los ocho lugares más famosos de la zona. Empezando por la cueva Kaw Ka Taung, cuya mayor peculiaridad es que tiene un manantial donde puedes zambullirte (nosotros no nos metimos porque aún era algo temprano).

El segundo punto de interés también fue una cueva, la Saddan Cave. Una cueva tan profunda que tuvimos que salir por detrás (al ser lugares sagrados hay que entrar descalzos, por lo que tuvimos que atravesarla sin las chanclas), donde nos pillamos una barca que nos llevó hasta la entrada de la misma (no sin antes pasar por debajo de la montaña casi tumbados en la barca). Muy guay.

Tras volver a la moto llegamos a Yae Ta Khon, un manantial que hacía las veces de piscina (todos los niños del pueblo chapoteaban y se tiraban al agua) y en la cual nosotros también nos bañamos. Muy cerca estaba el parque de budas de Lumbini. Lleno de estatuas y en el que, si querías, podías iniciar una ascensión de dos horas a la pagoda de la montaña. Nosotros pasamos y seguimos con la ruta en moto.

Sobre todo pasamos de la montaña porque nos hacía mucha ilusión acercarnos a ver el Kyauk Ka Lat. Un monte minúsculo en el que, desafiando a la gravedad, se erige un templo. Es una imagen que supera cualquier expectativa y que tuvimos la suerte de ver de cerca.

Para terminar, tres cuevas más: Kawgun Cave, repleta de monos y en la que destacan las numerosas estatuas de buda y miles de representaciones a lo largo de la pared de roca (similares al estuco); Yathapyan Cave, otra cueva superprofunda que acaba en un mirador alucinante sobre el río y el valle; y Bat Cave, la cual no tiene demasiado más allá de una ascensión algo peligrosa y un espectáculo que se genera al ocaso con la salida de los murciélagos, algo que nosotros declinamos.

Y después de una cena estupenda en nuestro restaurante preferido nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos esperaba otro autobús a Yangon y un día de compras y últimas sensaciones en Birmania.

Dejamos unas fotos.







































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