jueves, 18 de octubre de 2018

Bagan

Llegó el día. La verdadera joya de Myanmar y uno de los mejores lugares de todo el sudeste asiático: Bagan.
Nos levantamos muuuy temprano con la ilusión de ver el amanecer desde lo alto de un templo pero, digamos que no fue posible. Ya sabíamos que el día no iba a ser despejado, más bien que tendríamos un día nublado, eso lo sabíamos. Pero es que, además, apareció un obstáculo aún peor, y éste sí que no lo sabíamos: no se puede subir a los pisos elevados de los templos. Por lo visto desde el terremoto de 2016 los accesos con escaleras fueron cerrando progresivamente hasta que, a día de hoy, están todos cerrados. Eso nos chafó bastante porque una cosa es perderte la salida del Sol naciente por culpa de las nubes y otra muy distinta es no poder divisar la famosísima estampa de la pradera de Bagan, con toda su vegetación y árboles, salpicada de decenas de templos centenarios. Desde abajo no es igual, es bonito porque ves todos los templos desde dentro pero, de uno en uno. Es una pena pero bueno, lo que hicimos fue utilizar el primero que vimos para sentarnos a desayunar.
Tras cargar pilas cogimos nuestras súper "e-bikes", ¿que qué es e-bike? Pues son unos vehículos con apariencia de scooter pero eléctricos, con tres marchas de velocidad y escasa potencia. Más que suficiente, ya os lo digo yo.
Pues eso,  nos montamos el la "moto" y nos dispusimos a ver todos los templos que nos diera tiempo.
Decidimos dar un rodeo para ver los templos periféricos empezando por la Shwezigon Pagoda que, digamos que es la más concurrida por parte de la población local, y allí nos dirigimos.
Como aún era muy temprano ni siquiera habían abierto las puertas de algún templo y tuvimos que despertar a algún vecino para ver un par de templos que nos cogían de camino. Esos fueron Gubyauk Nge y Gubyauk Gyi, los cuáles nos empezaron a mostrar la enorme grandeza de este lugar asombroso.
Al rato llegamos a la Shwezigon Pagoda, donde ya había algunos, todos eran locales. El sitio es muy bonito pero, dado que ya estaba a las afueras del complejo, su arquitectura distaba un poco de la estructura general de los demás templos. Y ya que estábamos cerca del pueblo, pues volvimos a desayunar para recargar fuerzas. Un desayuno local que nos sorprendió por abundante y barato.
Nuestro rodeo nos llevó a la "Torre de Bagan", que se eleva por encima del complejo y que brinda unas vistas privilegiadas, suponemos que la construyeron a raíz de la prohibición pero quizá la hicieron antes. Nosotros pasamos de la Torre porque, además de desentonar un poco, valía 5 dólares subir por persona. Además, nuestra esperanza de encontrar un templo abierto o una colina elevada aún era bastante grande.
Antes de llegar a la colina situada en el pueblo de Minnanthu y en la cual teníamos depositadas grandes esperanzas, no pudimos resistirnos a disfrutar de los templos que la precedían. Así fue como pasamos un rato estupendo visitando un complejo muy chulo conformado por templos y monasterios como el Payathonzu, el monasterio Lay Htaung Kan y el grupo monumental Laymyethna. Cada vez flipábamos más,  aunque nos íbamos dando cuenta que subir, lo que es subir, no nos iban a dejar.
Al llegar a la colina vimos que no iba a ser nada fácil ver nada desde lo alto. Aún así nuestra cabezonería nos llevó rumbo a otra colina más céntrica. La colina era una m... y lo mejor fue encontrar una pagoda blanca por el camino que estaba muy bien (Pathothamaya Pagoda).
Y entonces sí, ya resignados a ver Bagan desde el suelo, nos dispusimos a ver los templos más "gordos". Empezando por el Ta Wet y, tras una encarnizada batalla con el fango, fuimos al Tha Beik. Dos pasadas de templos que precedieron al mejor hasta el momento, Sulamani Temple, flipante.
Fue allí cuando notamos que las baterías de nuestras "motillos" empezaron a fallar y que nos darían justo para llegar a algún lugar donde almorzar y llamar a la empresa de alquiler para que nos trajeran motos nuevas. Y así pasó, buena comida y servicio puntual, ¡otro punto para Myanmar!
Tras recargar las baterías llevábamos a la traca final de nuestro particular atracón de templos alucinantes. Y el primero de esta ronda fue el Ananda. Sin duda el más cuidado y brillante con una apariencia majestuosa y un interior en el que te podias perder por sus numerosos pasillos y puertas. Le siguió el Thatbyinnyu, con una apariencia de lo más gótica y un interior similar al Ananda. Y terminado esta tanda en el Ptilominio, otra gozada de sitio que ya casi hacía olvidar que no veríamos el atardecer desde lo alto de ninguno.
Ya sólo nos quedaban los templos y pagodas de la ciudadela amurallada y el templo más reconocible de Bagan, el que sale en todas las fotos, el Dhamma Yan Gyi. Ya dentro de las murallas nos acercamos al Palacio Imperial, la Bu Paya (sobre el río Irawadi), Mahabodhi Paya (muy similar a un templo hindú) y Gawdapalin Paya entre otras. Sobra decir que ya estábamos completamente abrumados entre tanta enormidad y esplendor. Así que decidimos terminar a lo grande pasando por el imponente Dhamma Yan Gyi, y la verdad es que nos volvió a dejar helados, por increíble que parezca. Un templo enorme que recordaba un poco a los Mayas y que estaba lleno de turistas alucinados como nosotros.

Ya de camino al pueblo, cansados y abrumados con tanta belleza, pero también con resignación por no haber podido subir a algún templo se obró el milagro: había alguien en la cima de un templo cercano. ¿Cómo nos ha parecido ver gente en un templo si está prohibido? Bueno pues, nos dispusimos a despejar la incógnita y caracoleando por caminos desconocidos llegamos a la entrada de un templo mediano, de esos que no tienen nombre. Tampoco tenía puerta que cerrara nuestro paso hacia lo alto. Y sí, ahí estaba Bagan, algo tan normal hace un par de años como ver esa inmensa pradera llena de templos se había convertido en casi la búsqueda de un huevo de Pascua. Y nosotros lo encontramos y nos sentimos recompensados por un largo día de búsqueda y esfuerzo. Mientras nos hacíamos fotos nos abordó una mujer local y nos contó que ella tiene las llaves del templo y que lo abrió para unos guiris (a cambio de pasta, claro), y nosotros tuvimos la suerte de verlos. Además, estos guiris nos dijeron que cerca de la estupa dorada que se veía al horizonte más allá del pueblo (de la que aún no sabemos el nombre), hay otro templo al que se puede subir para admirar el atardecer. Y allí fuimos, y era verdad, y pudimos ver los últimos momentos del día desde las alturas, otra vez.

Lo voy a dejar aquí, que es un post larguísimo y os dejo un montón de fotos para que os hagáis una idea. Un abrazo.









































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