Nos levantamos temprano para desayunar y estar a tiempo para que nuestro transporte nos llevara a la estación de autobuses. Tras una horita de trayecto en minivan llegamos a las afueras donde estaba la estación de Yangon. Cientos de autobuses de diferentes colores esperaban a los pasajeros mientras nosotros buscábamos el nuestro. Y lo encontramos fácil, sobre todo gracias a un lugareño que también iba en el nuestro y que, curiosamente hablaba muy bien español gracias, según él, a que no se perdía ni un día "saber y ganar". Evidentemente quedó bautizado como Jordi Hurtado.
El viaje debía ser de 12 horas con dos paradas. La primera la hicimos al poco de salir y duró media hora. Aunque era pronto, debimos comer en esa porque la segunda ya fue antes de llegar y de 15 minutos.
Pero lo bueno es que el viaje duró mucho menos, algo más de 9 horas. La cuáles fueron amenizadas por cortesía de una peli local que, bueno si no la veis es muy difícil de explicar.
Pero lo bueno es que el viaje duró mucho menos, algo más de 9 horas. La cuáles fueron amenizadas por cortesía de una peli local que, bueno si no la veis es muy difícil de explicar.
Kalaw pertenece al estado de Shan, en la parte Sur, al igual que el Lago Inle. Es un área de conflicto porque sus habitantes luchan contra el ejército por su independencia, pero eso es más al Este. Llegados a Kalaw, lo primero fue cenar en un restaurante nepalí muy bueno y contratar el trekking de dos días al Lago. Lo hicimos en "El Tío Sam". Un señor anciano que llevará toda la vida en esto y que nos describió el completo recorrido del que íbamos a disfrutar. Por último nos fuimos al hotel a descansar no sin antes pegarnos una partidita al "Catán" con una cervecita, claro.
Al siguiente día llegamos a la oficina y allí nos recogió una van para llevarnos al inicio del trayecto. En ella, además de nosotros cuatro, estaban dos chicas alemanas (una de las cuales hablaba español) y dos chicos birmanos que no era nada menos que nuestra guía Uma y su ayudante High, cuántas aventuras nos esperaban juntos...
La marcha empezó por un camino y continuó campo a través durante una hora más o menos. Los campos y arrozales empezaron a mostrarse mientras nosotros comenzábamos a medir nuestra resistencia. Continuamos por una vieja vía de tren con bastante fango (había que tener cuidado) para adentrarnos en una marcha varias horas por numerosos campos de cultivo. Plantas de jengibre y chili, coliflores y repollos, tomates, berenjenas... Y, entre medias, conocimos a una tribu local, los Paó. De esta hospitalaria tribu es originario High, nuestro ayudante. Nos contaron cómo funcionan asuntos tan importantes como la educación y el matrimonio mientras nos ofrecían té y snacks sin parar. Por último nos dejaron tomarnos una foto con las mujeres y muuuchos niños, los cuáles curioseaban todo el rato. Tras ésto retomamos la marcha.
Más allá del poblado Paó nos encontramos con más cultivos, y a los antes mencionados se sumaron arrozales y maizales por todas partes. Todo precioso, cada.vez más. Y, de repente, llegamos a nuestra siguiente parada: ¡Lunchtime! o hora de comer en un nuevo poblado, está vez de la tribu Tandú (la etnia de Uma) y donde pudimos disfrutar de las recetas locales las cuáles nos dejaron alucinados.
Sobre todo con la sopa de jengibre y la ensalada de tomate verde (esta última, una pasada). Tras un breve descanso tocaba continuar.
Sobre todo con la sopa de jengibre y la ensalada de tomate verde (esta última, una pasada). Tras un breve descanso tocaba continuar.
La tercera parte de nuestro primer día fue, sin duda, la mejor. La belleza del paisaje aumentaba de forma progresiva a la par que la dureza del trayecto.
Ya no se podía esquivar el barro y nuestro calzado, además de estar completamente marrón, pesaba una tonelada. Tras la montaña estaba nuestro objetivo, la aldea en la que acabaríamos nuestro primer día de caminata. Pero antes debíamos cruzar el valle. Y fue más duro por todo el fango y las rocas. Pero también precioso cuando atravesamos todos sus arrozales.
Ya no se podía esquivar el barro y nuestro calzado, además de estar completamente marrón, pesaba una tonelada. Tras la montaña estaba nuestro objetivo, la aldea en la que acabaríamos nuestro primer día de caminata. Pero antes debíamos cruzar el valle. Y fue más duro por todo el fango y las rocas. Pero también precioso cuando atravesamos todos sus arrozales.
Y al final llegamos a la aldea. Su tribu se llama Tanjú. Allí sus amables habitantes nos prepararon las camas y una deliciosa cena. En la cuál aprovechamos para hablar un buen rato con la señora de la casa, quién fue muy amable enseñándonos cómo se dicen algunas palabras en su dialecto. Y poco más me dejo, son las 8 de la tarde y todos acostados para descansar un poco que mañana viene más y mejor.
Van unas fotos.
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