lunes, 14 de diciembre de 2015

Laos: pequeño.

En Chiang Khong, en la frontera. A nuestra espalda,Tailandia, el gigante del Sudeste Asiático al que pronto regresaremos; y hacia delante tenemos Laos, el hermano chico de Tailandia, el pequeño.

Con una cultura similar y un lenguaje parecido, este país pequeño puede ser confundido con Tailandia, pero eso sólo lo harás si no te has dejado caer por allá.

Porque es muy pequeño como te sientes al andar entre montañas enormes e inmensas plantaciones. Insignificante se divisa el pescador laosiano en el enorme río, esos hombres que pueblan las riberas y se enfrentan cada día a la grandeza del Mekong. En este río en el que se formaron 4.000 islas y a las cuales algún día en el futuro iremos porque esta vez no tuvimos tiempo.

Grande, sin duda, el Mekong a su paso por Luang Prabang. La ciudad más interesante de Laos le debe mucho. Allí se forjó gran parte de su arte y su historia, en sus orillas, en sus terrazas a la puesta de Sol.
Los laosianos son un gran pueblo de hombres pequeños pero fuertes, y capaces de reclamar y arrebatar lo que es suyo (su territorio) a los franceses. Y, como no, en Luang Prabang es donde lo empezaron a recuperar.

Quién no lo haría sabiendo que, oculto en el valle, tienen Vang Vieng. Donde la inmensidad de las altas montañas domina el paisaje mas allá de las llanuras. Y en ese pueblo pequeño de cuatro calles tienes el clima, la vista, la gente y el entretenimiento para quedarte y no marcharte.

Pero si te tienes que marchar, te aconsejamos pasar por Vientiane. Donde Laos tiene su Capital. Los grandes ministerios y templos centenarios contrastan con las calles de su centro que, también a orillas del Mekong, se convierte en punto de reunión de lugareños, monjes y multitud de extranjeros. Es un buen lugar para parar y dejar pasar el tiempo, un lugar donde observar y descubrir que en los pequeños detalles es donde Laos ya te ha calado y nunca te lo sacarás de dentro.

Laos, el pequeño, más grande de lo que muchos creen. Nosotros ya lo sabemos.

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