martes, 22 de diciembre de 2015

Hoi An. Al mal tiempo, buena cara

A sólo 4 horas de Hué se encuentra Hoi An, ciudad famosa por su atmósfera cultural, su arte, su belleza y por sus cercanas playas, las cuáles se suceden a través del litoral que une Hoi An con la vecina localidad de Da Nang. También es famosa por sus sastrerías, donde te hacen el traje que tu quieras a medida y de un día para otro (no voy a ir a Hoi An para eso, aunque Marina se lo pensó y todo. Ay, Marina, Marina, Marina...).

Con dos días por delante, nuestra planificación incluía 5 puntos importantes: conocer la ciudad y empaparnos de su cultura, empaparnos también las gargantas con su famosa y barata cerveza local, visitar Da Nang junto con sus veneradas Montañas de Mármol, ir a alguna de sus famosas playas y acercarnos a las ruinas de My Son (unas de las más antiguas de Vietnam). A ver qué nos daba tiempo.
Ya por el camino descartamos las ruinas de My Son al darnos cuenta de que su similitud con futuros enclaves que visitaremos (véase Ayutthaya y, sobre todo, Angkor Wat) y su pobre nivel de conservación podrían hacerlas bastante prescindibles para nuestros planes. Así, también, ahorrábamos algo de tiempo y dinero.

Lo demás entraba en el itinerario de dos días por Hoi An. Pero hubo que descartar algo más. ¿Por qué? Pues porque la ciudad nos recibió con una lluvia que, leve en ocasiones e intensa casi siempre, no nos abandonaría en ningún instante de la estancia hasta el mismísimo momento de marchar. Por lo cual la playa, lo que es ir de playa, como que no. Y mira que es la estación seca, no me quiero imaginar la húmeda. Aunque, por lo menos nos acercamos a verla ¡menudo oleaje!.

Por la mañana la lluvia nos dio tregua. Nos vino de perlas porque teníamos que patearnos todo Hoi An mapas en mano y el agua nos hubiera despistado. Aun así, esta vez no fue tan sencillo porque había muchos lugares de interés y muchos estaban ocultos entre carteles y farolillos. Menos mal que a nosotros ya no se nos pierde tan fácilmente y pudimos visitar todo lo que queríamos y algo más, aún con tiempo suficiente para tomar un refrigerio al lado del Mercado Central.
Nos sorprendió muy gratamente ver lo cuidadas que están las calles del centro y, sobre todo, las numerosas manifestaciones artísticas del lugar: galerías, tiendas, arte urbano... todo aderezado con la explosión de colores de los farolillos repartidos por las fachadas.

Visitamos el Puente Japonés, varias casas tradicionales antiguas (algunas con más de 200 años), algún templo, viejas sedes donde se celebraban las Asambleas Populares y el Museo de Historia y Cultura de la ciudad.

Tras todo esto, cruzamos un puente hasta la pequeña isla de An Hoi (Hoi An, An Hoi, anda que se comen el coco) que forma parte de la ciudad. Allí pudimos cenar en medio del ambiente nocturno que se forma alrededor su night market y, luego, nos dimos una vuelta para ver sus puestos de faroles y variada artesanía. No pudimos resistir la tentación de comprar alguna cosilla.
Aquí la lluvia nos obligó a volver antes de tiempo. Lo que, al principio, fue un agradable paseo entre luminosas calles se convirtió en un sálvese quien pueda bajo las lluvias torrenciales. Ya no paró.

Al día siguiente aún quedaban dos cosas por hacer y, como no dejo de llover ni un poquito, nos costó decidir si salir a la aventura. El problema era que los siguientes destinos requerían de nuestra querida moto de turno y, la verdad, no apetecía. Al final se impuso la locura y pillamos la moto.
Unos kilómetros después y, ataviados con dos chubasqueros por cabeza y cámara acuática en mano, llegamos a las Montañas de Mármol.
Originariamente eran minas de este mineral que, con el paso del tiempo,  se han convertido en un santuario impresionante. Además de sus cavernas repartidas por las laderas, se pueden visitar varios templos y 3 miradores desde los que se puede ver el Mar y la ciudad de Da nang.
Por último pudimos acceder a las entrañas de estos montes por la gruta principal, la cual era mejor de lo que pensábamos antes de entrar. Y todo de mármol, claro.

Por último visitamos la ciudad de Da Nang que, aunque no tiene ná, estuvo chulo cruzar por el puente del Dragón y, como no, tomar una cerveza de esas que tienen por aquí tan baratas.
A la vuelta, ya no llovía, así que nos acercamos a la playa para dar un paseo y hacernos una idea de cómo hubiera sido bañarnos allí.

Pues nada, tras todo este tocho, es hora de dejar alguna fotillo. Besos.

2 comentarios:

  1. Que pena de lluvia chicos!!porque es un destino precioso!!pero bueno,pudistei disfrutar mas o menos de el!!

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    1. Si. La verdad es q es una pasada. Hasta con lluvia tiene su punto. Besos

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