jueves, 10 de diciembre de 2015

Vientiane, capital de Laos

No estábamos muy convencidos de ir a la capital de Laos. Lo que habíamos leído sobre ella era que era una ciudad aburrida, sin nada nuevo que ver o hacer y que no merecía la pena. No sé si es que a nosotros nos gusta todo, pero no nos resultó para nada así. A ver, tampoco es que sea la ciudad más chula a la que hemos ido, pero también tiene su aquel.

El viaje volvió a ser en miniván pero esta vez con gente local, que nos gusta más. Nos dejó en la Estación Norte de la ciudad y, nada más salir del automóvil y para variar, nos bombardearon mil hombrecillos que nos querían llevar al centro. Nosotros a lo nuestro, buscamos el bus público. Ya nos habíamos informado antes de que los autobuses hacia la frontera con Vietnam salían de la Estación Sur (queríamos ir para allá en un par de días).
Llegamos al centro y, guiados por la Lonely, encontramos una habitación cerca de nuestro querido Mekong, que también cruza Vientiane.
Pero lo mejor, en el mismo hotel pudimos comprar los billetes de un "sleepper bus" que nos llevaría directamente a Hanoi. Un problema menos.

Barajamos qué queríamos ver y las distancias, y decidimos alquilar una moto. No era mucho pero había un par de sitios alejados y la única manera de llegar era en tuk tuk (mucho más caro que alquilar moto). Así que fuimos en busca de una, y dimos con una farmacia que, a la par, alquilaba motos y hacía de oficina de cambio, vamos la muchacha no daba más de sí. Una vez arreglados los papeles, nos pusimos en marcha.
Vientiane, con una mezcla cosmopolita de arquitectura soviética, china y francesa, pese a la foto es una de las ciudades más tranquilas de las que hemos visitado. Tiene numerosos bulevares arbolados, parques y multitud de templos con amables monjes. Pero lo mejor de todo son sus atardeceres, para los cuales todo el mundo se reúne en el parque de la ribera del Mekong donde montan un mercadillo nocturno y puedes disfrutar del ambiente en cualquiera de sus numerosos bares, en el "paseo marítimo".

En nuestro itinerario pudimos disfrutar del Pha That Luang, una estupa dorada considerada el monumento más importante de Laos, símbolo del budismo y la soberanía nacional. Rodeada de templos, pudimos ver uno de los Budas acostados más grandes hasta el momento, pero ya cambiaríamos de opinión.
A la vuelta paramos en el Patuxai, un monumento réplica del Arco del Triunfo parisino, homenaje a los laosianos caídos en guerra. Pudimos adentrarnos y subir a él, lo que nos permitió tener nuevas vistas de la ciudad.
Además de callejear por su centro, y comer en un restaurante local de los que te ofrecen auténtica y deliciosa comida laosiana, el día nos dió para visitar un par de templos: el Wat Si Saket y el Wat Si Meuang; y cómo no, visitar ese mercadillo del que hablábamos antes.

A la mañana siguiente nos dirijimos al Buda Park, un gran parque situado a unos 25 km de la ciudad, lleno de estatuas, imágenes y monumentos dedicados a Buda. Una auténtica pasada. Fue allí donde descubrimos al Buda tumbado más grande y famoso de Laos, siempre que los chinos nos dejaran un poco de espacio, y es que están en todas partes.
A la vuelta, sin mucho más que ver quise que nos acercáramos al centro COPE. Una ONG que apoya a las víctimas de artefactos explosivos sin detonar (UXO). Desde que terminó la guerra, más de 12.000 personas, muchas de ellas niños, han sufrido las consecuencias de la explosión de estos artefactos y este centro de forma gratuita aporta tutela médica, programas de formación para la fabricación de prótesis ortopédicas, así como programas de rehabilitación. El sitio me encantó, es más, no me importaría poder echar una mano en un futuro...

Bueno, sin más, unas fotillos. Ya os contaremos que tál se nos dió el viaje de 26 horitas para llegar hasta la capital de Vietnam. Y sí, en menudas nos metemos.


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