Después de disfrutar de una pincelada de la pequeña gran Laos, tocaba otro de nuestros destinos más deseados, Vietnam. Muchos ya han pasado por aquí y saben de lo que hablamos, es un país de contrastes: pasado y futuro, caos y orden. Un país exótico y sugerente, con altísimas montañas en el Norte, asombrosas bahías, verdes arrozales en el delta del Mekong, y un espléndido litoral lleno de deslumbrantes playas. Todo ello sin hablar de sus antiguas ciudades de majestuosa arquitectura, ni de su conmovedor recordatorio de la guerra.
Para llegar, una de las mayores aventuras del viaje: un autobús-cama que tardaría 26 horas en llevarnos de una capital a otra y, la verdad, tampoco fue para tanto. La mayor parte del tiempo lo pasas durmiendo en los asientos reconvertidos en camas que resultaron ser más cómodos de lo que creíamos; además se hacen bastantes paradas, una de ellas en la frontera para realizar los largos y pesados trámites con los pasaportes; y el tiempo muerto lo pasas charlando o con tus pensamientos. Una experiencia más y, al fina, la deseada llegada a Hanoi.
Según bajamos del autobús descubrimos el carácter de los vietnamitas, que no siempre es muy bueno, todo hay que decirlo. Los taxistas nos avasallaron pero nosotros, que ahora éramos cuatro ya que se nos unieron una pareja de japoneses con los que habíamos estado hablando en el bus, negociamos fuerte y conseguimos un súperprecio para llegar al centro (eso dedujimos del cabreo que tenía el conductor que iba renegando todo el trayecto por no haber podido sacarnos más).
Llegados al casco dejamos a nuestros amigos que, más previsores que nosotros, tenían reserva y fuimos en busca de alojamiento. Y ahí, empezamos a ver el caótico ritmo del centro de Hanoi. Miles de motos por todos lados y sin ninguna norma vial que cumplir, gente reunida en las aceras comiendo en diminutos taburetes, tiendas con cientos de luces ofreciéndote cualquier cosa (hasta lápidas), ruido, suciedad... pero todo en la medida justa como para resultar un espectáculo y no darte ganas de salir corriendo.
Hanoi es la capital y la segunda ciudad más grande de Vietnam tras Saigón. Tiene 6,7 millones de habitantes pero parece que tuviera 25. Hanói significa“entre dos ríos” o más bien ciudad entre dos ríos, en concreto, el Río Rojo y sus afluentes. Ésto, unido a la cantidad de lagos y parques que posee, hace que de nuevo vuelva a surgir ese contraste con el bullicio y el ajetreo del casco antiguo, el mejor sitio para conocer a la gente de este maravilloso país.
Fuera de este "Old Quarter" se ecuentran la mayor parte de las visitas culturales. La primera y una de las imprescindibles fue al Mausoleo de Ho Chi Mihn, un recinto dedicado a la vida y gestas del lider comunista que logró tanto por su pueblo (terminó de expulsar a los franceses y posteriormente a los estadounidenses en la Guerra de Vietnam, consiguiendo la unidad del país). En este lugar además del monumento en sí puedes incluso ver el macabro cadáver embalsamado del líder. Ho Chi Mihn es venerado cual Dios en todo el país, llegando a colocar su nombre a la ciudad antes conocida como Saigón.
En el mismo lugar hay un museo y un palafito y, además, pudimos visitar la Pagoda de Un Pilar, cuyo diseño recuerda a una flor de loto (símbolo nacional) y los Jardines Botánicos.
Otro de los lugares que no nos podíamos perder era la antigua Ciudadela Imperial, centro del poder militar durante más de mil años; y junto a ella el Museo de Historia Militar, donde profundizar un poco más sobre lo que supuso la Guerra y donde Miguel disfrutó como un enano entre tanques, aviones y fusiles (muchos de ellos americanos, soviéticos y chinos).
Las últimas visitas culturales que realizamos fueron al Templo de la Literatura, dedicado a Confucio (no, no al que inventó la confusión, como oí una vez, sino al otro, al filósofo) y que más tarde se convirtió en Universidad para los mandarines. Como dato curioso, una de sus puertas aparece en los billetes de cien mil dongs. Y, finalmente, a la Catedral de San José, que abre las puertas del Barrio Francés.
El resto del tiempo en la ciudad lo pasamos visitando el lago Hoam Kiem, con su templo Ngoc Son y un enorme monumento dedicado a la tortuga dorada, que fue quien devolvió la espada a los dioses, la cuál ayudó a liberar a los vietnamitas de los chinos. Algún que otro parque, como el dedicado a Lenin y, como no, disfrutar de la vida del Centro en cuanto se pone el Sol, de la cerveza de grifo, de pasear entre el caótico tráfico y de volvernos locos entre los olores, colores y sonidos de esta ciudad que no se qué tiene pero engancha un poco.
Q salvaje Vietnam , disfrutar chicos
ResponderEliminarAlex te encantaría!!!una pasada de país
EliminarYo tambien tengo los pantalones de elefantes!!!jajaja.y a tomar bia hoi,que por 20 cts dicen que es la cerveza mas barat del mundo!!que recuerdos!!
ResponderEliminarJejeje son súper cómodos!!!estamos alucinando con Vietnam, por ahora en el ranking de mis favoritos!!!la cerveza suma puntos jejejeje
EliminarM gustaría seguro,haber si puedo ir algún día ,pra conocer a fondo l país
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