Cómo se nota que vivimos en Madrid. Todos los foros hablan de que la capital de Indonesia, Yakarta, y su vecina Bandung, eran urbes llenas de ruidos, tráfico, polución y gente...para nosotros ha sido un poco como volver a casa. Y aunque dicho así parezca que no tienen nada de atractivo, es mentira, porque toda gran ciudad tiene su encanto.
De Bandung poco podemos decir, salvo que la llaman el París de Java por ser el lugar donde grandes marcas realizan algunas de sus ropas.
Sólo hicimos una parada fugaz de un día (¡tras 9 horas de tren nocturno!), para visitar a Chencho, un español familia de mi tía que lleva en el país la friolera de 33 años, trabajando en la rama de la aeronaútica. Tras una magnífica comida y unas buenas indicaciones y consejos, paseamos por el centro de esa caótica ciudad y visitamos la famosa calle Asia-Afrika. Su mezquita con impresionantes vistas desde sus minaretes, el Alun Alun...pero no pudimos acercarnos a ningún outlet de ropa porque en cosa de 5 minutos cayó un buen chaparrón. No estuvo mal tener que echar a correr hasta el hostal porque en el camino nos encontramos con un vegetariano y fue de las mejores comidas desde que estamos aquí.
A la mañana siguiente nos tocó volver a cerrar mochilas y movernos. Y nos llevamos una buena sorpresa. Casi todo lo que habíamos leído de Yakarta era negativo y veníamos con un poco de pavor, pero quitando el asfixiante calor y la nube de polución, no nos ha parecido tan horrible. El área metropolitana de la capital de Indonesia abarca 28 km y en ella viven alrededor de 11 millones de personas, de ahí que a algunos les asuste.
Teníamos un día y medio para intentar conocerla, así que nos pusimos manos a la obra. Lo primero que teníamos que ver era el inmenso Monumento Nacional, un enorme obelisco de 132m copado por una llama y situado en la plaza más gigante que han visto nuestros ojos. Subir a lo alto nos permitió observar la grandiosidad de este lugar repleto de rascacielos, los cuáles contrastan con los barrios más humildes llenos de pequeñas casas y chabolas. Ahora sí, subir también nos costó 2 horazas de espera.
Muy cerquita visitamos el Museo Nacional donde conocimos un poco más de la historia y antropología de este hermoso país. También fuimos al barrio chino y, al ladito, el casco antiguo o Kota, aún con rasgos de su pasado holandés y pegado al puerto. Cómo no, aquí nunca pasamos desapercibidos y fuimos diana para todos los colegiales, menos mal que encontramos refugio en el famoso Café Batavia donde nos tomamos un cervezón a precio de oro amenizado por una banda que cantaba clásicos como el porompompero o guantanamera en "espanesio".
Comer fritanga, agua de coco y frutita en la calle, ver algún mercado o simplemente sentarnos a contemplar a la gente y sus costumbres. Aquí hemos encontrado hasta marcha nocturna (desde Bali no veíamos nada de eso), vamos que la capi tampoco está tan mal.
Mañana, cambio de isla, de rollo y casi de hemisferio, la jungla nos espera.
Por cierto, menuda metedura de pata no hacernos una foto con Chencho. Os dejamos otras tantas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario