domingo, 25 de octubre de 2015

Marina Bay & Gardens

Abrimos el ojo y nos desperezamos después de la pechá de andar que nos dimos ayer. Por un momento no recordamos el  campo de batalla en el que se había convertido nuestro cuarto después de que ayer hicieramos la colada y nos tocara tender la ropa en una cuerda dentro del cuarto sin ventana. Pero más raro aún es tener que atravesar un dormitorio anexo para acceder al nuestro, o el extraño mejunge verde que nos dan para untar en la tostada. Menos mal que el jacuzzi y la terraza lo compensan. Bueno, ya haremos una entrada sobre los alojamientos más adelante y, sí,  también sobre la comida, pero todavía no hemos visto muchas guarradas.

A lo que iba, el siguiente día lo dedicamos al impresionante complejo Marina Bay Sands y a los jardines by the bay. Un enorme complejo en la bahía integrado por: su famoso hotel de 2560 habitaciones y más de 200 metros de altura, coronado por un barco posado sobre sus tres torres; un casino, un teatro, un museo de artes y ciencias (con forma de flor de loto), un mirador y un centro comercial con las tiendas más exclusivas. Todo un entretenimiento para el visitante (y un sacacuartos, la verdad).
Por si eso fuera poco, a la sombra de este alucinante complejo arquitectónico, se extiende los jardines de la bahía. Nosotros comenzamos el día por aquí. Se trata de un jardín botánico futurista con unos "superárboles" de ciencia ficción, jardines temáticos y dos impecables invernaderos repletos de plantas de hábitats en peligro de extinción, a los que no entramos por ser caros y estar ya maravillados con lo visto. Donde sí subimos fue al skyway que recorre las copas de los antes mencionados árboles en el centro del parque. ¡Qué miedo pasé con mi vértigo!, pero las vistas merecían la pena. Una pasada.

Muertos de calor corrimos en busca de fresco a uno de los tantos mercados de puestos de comida internacional, donde suelen comer los lugareños a muy buen precio teniendo en cuenta que estamos en Singapur.
Ya en la tarde, paseamos por el centro comercial que tiene en su interior su propio embarcadero y tras volver a ver los desorbitados precios, no pasamos al museo. El dinero ese día lo teníamos reservado para subir a la terraza del Marina Bay y alucinar con las vistas y la perspectiva de la ciudad al atardecer.
El mirador situado en la planta 56 es todo un espectáculo, pero el acceso está restringido a una zona y no a todo el barco, aunque se puede ver parte de una gigante piscina sin fin en la que caben 3000 personas.
Al haber casi siempre algo de niebla, el atardecer no es nada del otro mundo, mucho más bonitos son en España. Lo impresionantes son las vistas, más aún cuando oscurece y todos los edificios se llenan de luces y colores.

Nos han quedado cosas pendientes por ver, pero no importa porque siempre supimos que Singapur iba a ser solo un descanso occidental en nuestra aventura oriental. Mañana cruzamos la frontera a Malasia.

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