Hace un mes al llegar a la playa de Kuta, en Bali. Allí de pie, otra vez frente al mar y tras un largo viaje, observando el horizonte. La primera página en blanco de un nuevo y apasionante libro se abría ante nosotros, al fin se acabó la espera. Será por eso que metí los dedos en la arena, para ser más consciente, para no perder detalle de nada de lo que se acercaba. La brisa, la marea, la lluvia y las estrellas. El peso de millones de almas concentradas en esta tierra. Y así fue... Desde las profundidades de sus lagos milenarios hasta las cumbres de volcanes aún humeantes, cien horas de viaje en moto, bus, tren y barco. Un máster en sabores nuevos, olores desconocidos y colores, todos los colores. La tradición, la magia y los secretos vividos en primera persona por dos que se han dado cuenta de tantas cosas nuevas entre sus mercados, sus templos, ciudades y praderas. Y el contraste, constante y diario, entre la jungla de asfalto con su ruido y desorden; con la selva tropical, tranquila y hostil, silenciosa a veces pero siempre escandalosa por sus sonidos animales. Las sonrisas, el cariño y la humildad recurrentes, que hacen de esta tierra un paraíso y que se debe, más allá de sus recursos naturales, a lo asombroso de su gente. Simplemente, Indonesia. Volveremos...
Wooo, que bonito post!! Genial!
ResponderEliminarHas visto cómo escribe tu hermano? A ver si se anima más, que después de escribir él las cosas parecen más guays aún jejeje. Un besazo
ResponderEliminar