viernes, 30 de octubre de 2015

Georgetown, Penang

De costa a costa y tiro porque me toca. Tras el paraíso azul de Perhentian Kecil, pocas ganas había de partir. Pero, ¿y si hay otras playas? ¿y si son mejores? No podíamos arriesgarnos a perdérnoslo. Cogimos el "fastboat" de vuelta hacia la ciudad portuaria de Kuala Besut, para allí pillar un bus hasta la principal ciudad de la zona: Kota Bahru. Nuestra intención era cruzar el país para visitar la península de Penang, cuya capital es Georgetown, puerto de partida hacia la maravillosa isla de Langkawi. Antes, como no, un buen desayuno local, roti canai.

Hasta las etapas de trámite como la que nos tocaba, esperando a la noche para tomar el bus nocturno al Oeste, a veces nos deparan sorpresas. Y es que camino a la estación de autobuses nos abordó un simpático lugareño con la intención de acercarnos en su coche. Al principio fuimos un poco desconfiados, muchas veces nos han querido ayudar pero siempre a cambio de pasta. Pero Nick (así se llama) solo quería compartir sus horas de descanso en el trabajo con nosotros y así mejorar su inglés.
La verdad es que se portó, llevándonos a diferentes lugares de la cuidad sin pedirnos nada a cambio. Por no querer no se hizo ni foto con nosotros (aunque le hicimos una de "estrangis"). Nosotros le bautizamos con el nombre de Yowen (es una larga historia con muchas risas de por medio). Al final se tuvo que ir al curro y nos dejó cerca de la estación donde cogeríamos el bus a Georgetown. ¡Muchas gracias Yowen!

Georgetown fue colonia inglesa durante muchos años, cosa de la que no te quedan dudas nada más pisar su casco antiguo, y aun más si llegas a su paseo del puerto. Además de su atractivo aire colonial al más puro estilo del Caribe de la época pirata, su casco antiguo goza de un ambiente bohemio y artístico que, sumado a que siempre hay gente de todas partes y al bajo precio de la comida (riquísima) y bebida, hace de esta ciudad un lugar ideal para pasear, tomar algo y relacionarte.
Y eso hicimos, caminar por sus calles llenas de color en forma de murales, graffittis y obras bastante chulas; perdernos por sus barrios indio y chino, llenos de templos; comer en cualquiera de los locales de la capital culinaria de Malasia; y beber cerveza Tiger a muy buen precio en cualquiera de sus múltiples bares y pubs con "happy hour".
Georgetown, a parte de toda la oferta cultural que brindan sus múseos, galerías, etc...es la ciudad con más ambiente nocturno que nos hemos encontrado hasta ahora. Nos encantaron los hostales de la calle Love Lane donde nos alojamos, en el Reggae el primer día antes de zarpar a Langkawi y en el Love Inn a la vuelta de la isla. Allí encontramos varios personajes bastante interesantes y ¡mucho cachondeo!

Vamos con las fotos. Ah, y ya mismo publicamos Langkawi también que vamos con un poco de retraso.

jueves, 29 de octubre de 2015

Bienvenidos a Malasia. Islas Perhentian

Prueba superada. Primer cruce de frontera por tierra sin reserva de alojamiento ni fecha de salida y sin incidentes; aunque no canto victoria porque seguro que Thailandia será otro tema.
Después de todos los trámites pertinentes, controles de inmigración, sellos y demás, nos encontramos con el "primer problema".
Basándonos en el clima, habíamos decidido ir a las Islas Perhentian como primer destino en Malasia, y es que en Noviembre comienza el monzón en la costa este y cierran las islas, literalmente. Tras valorar precios, nos la jugamos por tierra cruzando la frontera en bus. A las 13h estábamos en Johor, el paso fronterizo más cercano a Singapur, y no había ningún transporte hacia el norte hasta la noche. Nos tocaba esperar 8 horas en un pueblo en el que no teníamos nada que hacer.
Así que hicimos lo que cualquiera hubiera hecho, ir a alguna cadena de comida rápida con wifi y enchufes a gorronear hasta que nos echaran. En nuestro caso fue el KFC, y ganamos a poca vergüenza porque allí aguantamos lo menos 6 horas.

Cogimos el bus que parecía un congelador. ¿Cómo pueden poner el aire a 19 grados si en la calle estamos a 29?. Menos mal que estábamos avisados y preparados con mantas. Aunque no lo estábamos para nuestros conductores (vaya dos kamikazes).
Unas 8 horas después, vivos pero helados, nos despedimos del compañera de viaje de Jesús, una gallina para ser más concretos, metida en una caja. No tardamos en localizar dónde comprar los pasajes del ferry que nos llevaría a nuestro deseado destino.
A eso de las 8:45 de la mañana vislumbramos en el horizonte a la pequeña de las Perhentian, Pulau Kecil, lugar donde pasaríamos los próximos dos días. Atracamos en uno de sus embarcaderos y ahí estaba: una pequeña playa de arena blanca y agua azul turquesa, llena de palmeras y vegetación, con alguna que otra choza que parecía abandonada. Muchos alojamientos ya habían echado el cierre y los que resistían estaban a punto de hacerlo, con lo que teníamos la isla casi toda para nosotros, lo que es raro porque es bastante turística.

Nos quedamos en unas cabañas en el camino que comunicaba las dos principales playas y casi el único sitio donde se podía comer algo. En las islas no hay nada, ni súper, ni cajero...y por esas fechas casi ningún lugar para tomar algo, aunque ¡nosotros siempre lo encontramos!
Primer chapuzón, increible. Y durante dos días, agua cristalina, a la temperatura perfecta y rodeados de curiosos pececillos. El mar, al principio muy calmado, se revolvió un poco dejándonos jugar un poco con sus olas.
Sol, playa, olas, hasta cerveza. Lástima no conseguir gafas para hacer snorkel; aunque con ese agua podias ver todo desde la superficie...

Pero las playas nos supieron a poco, y queríamos explorar un poco más la isla. Nos adentramos por su espesa vegetación para ascender a un mirador y visitar alguna cala aún más perdida. Por el camino, además de millones de bichos, nos cruzamos con locas ardillas voladoras y lagartos de más de un metro de largo y como no, unas vistas sorprendentes. Pese a que estos chicos casi me matan con la caminata y la humedad, mereció la pena.
Kecil además nos deparaba algo que hacía mucho que no hacíamos. Tomar unos cubatillas (de whisky malayo, ni más ni menos) en un pub, que parecía improvisado, a la luz de la luna y en la mejor de las compañías.
Vamos, han sido dos días de relax que los tres necesitábamos. Ahora en otro autobus, esta vez más cómodo, seguro y no tan frío, camino del noroeste y huyendo de las próximas lluvias.

Y como siempre, unas fotos para que veais todo lo que contamos.

domingo, 25 de octubre de 2015

Marina Bay & Gardens

Abrimos el ojo y nos desperezamos después de la pechá de andar que nos dimos ayer. Por un momento no recordamos el  campo de batalla en el que se había convertido nuestro cuarto después de que ayer hicieramos la colada y nos tocara tender la ropa en una cuerda dentro del cuarto sin ventana. Pero más raro aún es tener que atravesar un dormitorio anexo para acceder al nuestro, o el extraño mejunge verde que nos dan para untar en la tostada. Menos mal que el jacuzzi y la terraza lo compensan. Bueno, ya haremos una entrada sobre los alojamientos más adelante y, sí,  también sobre la comida, pero todavía no hemos visto muchas guarradas.

A lo que iba, el siguiente día lo dedicamos al impresionante complejo Marina Bay Sands y a los jardines by the bay. Un enorme complejo en la bahía integrado por: su famoso hotel de 2560 habitaciones y más de 200 metros de altura, coronado por un barco posado sobre sus tres torres; un casino, un teatro, un museo de artes y ciencias (con forma de flor de loto), un mirador y un centro comercial con las tiendas más exclusivas. Todo un entretenimiento para el visitante (y un sacacuartos, la verdad).
Por si eso fuera poco, a la sombra de este alucinante complejo arquitectónico, se extiende los jardines de la bahía. Nosotros comenzamos el día por aquí. Se trata de un jardín botánico futurista con unos "superárboles" de ciencia ficción, jardines temáticos y dos impecables invernaderos repletos de plantas de hábitats en peligro de extinción, a los que no entramos por ser caros y estar ya maravillados con lo visto. Donde sí subimos fue al skyway que recorre las copas de los antes mencionados árboles en el centro del parque. ¡Qué miedo pasé con mi vértigo!, pero las vistas merecían la pena. Una pasada.

Muertos de calor corrimos en busca de fresco a uno de los tantos mercados de puestos de comida internacional, donde suelen comer los lugareños a muy buen precio teniendo en cuenta que estamos en Singapur.
Ya en la tarde, paseamos por el centro comercial que tiene en su interior su propio embarcadero y tras volver a ver los desorbitados precios, no pasamos al museo. El dinero ese día lo teníamos reservado para subir a la terraza del Marina Bay y alucinar con las vistas y la perspectiva de la ciudad al atardecer.
El mirador situado en la planta 56 es todo un espectáculo, pero el acceso está restringido a una zona y no a todo el barco, aunque se puede ver parte de una gigante piscina sin fin en la que caben 3000 personas.
Al haber casi siempre algo de niebla, el atardecer no es nada del otro mundo, mucho más bonitos son en España. Lo impresionantes son las vistas, más aún cuando oscurece y todos los edificios se llenan de luces y colores.

Nos han quedado cosas pendientes por ver, pero no importa porque siempre supimos que Singapur iba a ser solo un descanso occidental en nuestra aventura oriental. Mañana cruzamos la frontera a Malasia.

viernes, 23 de octubre de 2015

Singapur y sus barrios

Tras aterrizar en Singapur, nunca nos podríamos haber imaginado cómo ibamos a alucinar con esta ciudad. Después de esperar un par de horas a que llegara el vuelo de Jesús, ya comenzamos a darnos cuenta de lo grandioso de esta ciudad simplemente paseando por su aeropuerto.

Singapur es uno de los países más prosperos de Asia y más ricos del mundo. Es conocido por su puerto, sus enormes rascacielos (entre ellos el Marina Bay), la diversidad de sus barrios y de sus residentes, sus grandes centros comerciales climatizados hasta rozar la congelación, sus inmensos parques; así como por su Circuito de Formula 1 y el Master Femenino de Tenis.
Nosotros teníamos algo más de dos días para intentar conocer su fachada y poder acercarnos a sus entrañas. El cambio fue radical. De la más salvaje jungla, al pulcro orden de una de las ciudades más cuidadas y restrictivas que hemos conocido (tiene millones de prohibiciones, algunas tan absurdas como no comer Durians en el metro o no tomar chicle).

Llegados del aeropuerto y ya siendo tarde, la primera noche no nos dio para mucho. Callejeamos por los alrededores del albergue y descubrimos el desorbitado precio de su cerveza. Una y no más, al menos en los pubs.

A la mañana siguiente nos encaminamos a conocer algo más la ciudad. Nuestra ruta: conocer los variados barrios que la conforman. Little India, te acerca por un momento a las calles de Nueva Delhi con su gente, su olor a curry e incienso, sus templos y su colorido. El barrio colonial, es donde se encuentrasn los imponentes vestigios del imperio britanico y la mayor parte de sus museos. La pequena Chinatown repleta de pequeñas tiendas, mercados y bullicio. Bugis, repleto de centros comerciales y los bares más de moda de la ciudad, también presentes ennlos Quays o muelles de la ciudad. Por último, el distrito financiero, repleto de ejecutivos con lujosos coches y vestimentas y donde casi nos probocamos una buena cervicalgia de tanto mirar hacia sus gigantes rascacielos.

Es dificil explicar la inmensidad de esta ciudad-pais, es enorme. Aún así no resulta asfixiante como sucede con otras. Una ciudad en la que, pese a sus precios, podría ser fácil vivir. Muy occidentalizada para la localización que tiene, pero conservando aún parte de sus raíces en cada esquina. Este año celebran el 50 Aniversario de su Independencia.
Ahí van unas fotos del Barrio Indio y su Templo de Sri Veeramakaliamman, el Fort Canning Park, los Quay, del Parque Merilon y su estatua del pez-león, emblema de la ciudad (las mil fotos del gran Marina Bay en el siguiente post), su distrito financiero, Chinatown y su Templo del Diente de Buda, una buena cena y para rematar: ¡sorpresa en el hotel!