jueves, 31 de diciembre de 2015

Sihanoukville. ¡Feliz Navidad bajo el Sol!

Pasar las Navidades lejos de los tuyos siempre es duro, si encima estás a miles de kilómetros, aún más. Pero nuestro viaje nos hacía tener que estar fuera este año, así que ¿qué mejor plan que pasar las Fiestas en la playa?

Tras dejar Phnom Penh, nos dirigimos hacia el sur de Camboya. Destino: Sihanoukville, o la villa de Sihanouk, antiguo monarca camboyano; la principal localidad costera del país.
La idea era pasar la noche en esta ciudad y a la mañana siguiente tomar un barco a las cercanas islas de Koh Rong, pero nada más llegar, el lugar nos sorprendió gratamente.
Sus playas no eran las mejores que habíamos visto pero el ambiente era muy bueno y pensamos que era el lugar perfecto para pasar los festejos navideños. Ademas, todo hay que decirlo, el abusivo precio de las barcas a las islas, sumado al hecho de que todo el mundo nos dijo que tampoco eran para tanto, nos ayudó a decidir.

Nada más llegar a la estación de autobús una horda de camboyanos nos ofreció sus servicios de Tuk-Tuk (va a ser que aquí también son pesados). Tras esquivarlos nos alejamos un poco para negociar con los que estaban en la calle (siempre mucho más económicos).
Nuestra dirección era la zona de Serendipity Beach, la zona con más marcha, que nos acogería los siguientes 3 días.
Tras valorar varias opciones, elegimos el "Monkey Republic", un famoso hostel y bar lleno de guiris con ganas de juerga a todas horas. No pintaba mal la cosa.

Sihanoukville, tiene playas para todos los gustos: en el centro, las bulliciosas y algo sucias Ochheuteal y Serendipity (esta última llena de mochileros); al este, la playa de Otres, ribeteada de chiringuitos y complejos turísticos (mucho más limpia y bonita); y, al oeste, las playas de Sokha (para nosotros la mejor), la Independence y la Victory, en el pasado cuna de los backpakers y ahora gestionada por rusos de más alto presupuesto.
El plan para los siguientes días, ninguno. Estar tirados en alguna de las playas, cerveza en mano o en su defecto ¡en la piscina que tenía nuestro hostel!, comer y relajarnos (vamos unas vacaciones en toda regla de la paliza de estas últimas semanas).

Tras disfrutar el día de arena y Sol, y sin saber mucho qué íbamos a hacer, llegamos a la Nochebuena. Habíamos mirado algún restaurante cercano que ofrecía cenas navideñas con horteras villancicos yankis y no nos había gustado el plan de ninguno, así que ¡a nuestro rollo! Nos pusimos nuestras mejores galas, es decir, lo mismo de siempre pero con el ojo pintado, y para Miguel un nuevo corte de pelo y afeitado,  que aquí una se curró con unas tijeras de uñas. Y, finalmente, elegimos cenar en el hotel, que tenía súper hamburguesas (también vegetarianas) y listo.
Nos propusieron muchos planes: un tour de borrachera por varios bares de la zona (ummmm 30 guiris ciegos gritando Dios salve a la Reina de Inglaterra...no gracias), una fiesta en la jungla (tenía buena pinta pero eso de meternos de musicón en mitad de la selva no lo teníamos muy claro), una fiesta en una discoteca (muy pijo y pureta)... vamos que otra vez a nuestro ritmo.

Tras brindar con una copa, pusimos marcha a la playa a ver unos improvisados fuegos artificiales y a un grupo que lanzaba sus deseos con farolillos al cielo. Allí tomamos algo, pero rápido porque ya teníamos plan: un pub llamado Utopía, con buena música y un ambiente más nuestro. Bebimos y celebramos con todos y con nosotros sólos. Y, cada vez que el reloj marcaba las en punto, cerveza y chupitos gratis... ¡yo no digo nada!
En fin, una noche muy diferente donde echamos en falta a mucha gente pero que disfrutamos mucho como toda experiencia nueva.

A la mañana siguiente y tras dormir la borrachera qué mejor plan que un súper desayuno y un buen baño refrescante en la piscina, y más playa, sol... vamos que hemos estado súper estresados.

Un abrazo a todos y ¡Felices Fiestas!

Phnom Penh, Capital Jemer

Tras dejar Vietnam con pena, por no tener más tiempo para seguir disfrutándolo, tocaba volver a cruzar la frontera. Esta vez al país más pobre y del que peor nos habían hablado: Camboya.
La gente tiene mal concepto de este lugar por la suciedad de sus calles, la mala calidad de su comida, la peligrosidad (conocemos un caso de robo de un móvil desde una moto) y por sus precios (en ocasiones abusivos). Nosotros no queríamos ni queremos tener una idea preconcebida de ningún sitio, con lo que a medida que pasen los días decidiremos si la gente tiene o no razón.

Nada más llegar a la estación de Phnom Penh, su Capital y primer destino, el calor nos dió una bofetada y sólo teníamos ganas de llegar al hotel y soltar los bártulos para poder empezar a patear un poco y dimos gracias a que parece que aquí no son tan pesados con el "madame, ¿tuk-tuk?" como los vietnamitas y, por lo general, siempre tienen una sonrisa en la cara.
Buscando el alojamiento en la zona mochilera que nos recomendaba la guía, sí percibimos más pobreza en el ambiente, aunque las grandes avenidas y la ribera del río no tienen nada que envidiarle a otras grandes ciudades.
Teníamos tan solo esa tarde y la siguiente mañana para conocer un poco los atractivos turísticos de la capital, ya que queríamos llegar a dormir a la playa donde pasaríamos la Nochebuena. Todo un reto para unos trastornados como nosotros porque sí, lo vimos todo, menudas patas estamos echando.

La tarde de nuestra llegada, teniendo en cuenta que algunos emplazamientos turísticos cierran temprano, lo dedicamos a pasear por las calles. Nos acercamos a sus mercados: el Central, en su interior, vende joyas, sedas y souvenirs para el turista; y el Antiguo, comida, ropa y productos locales.
Vimos los dos templos budistas más importantes de la ciudad: el Wat Phnom y el Wat Ounalom, con un estilo parecido al vietnamita; paseamos por la ribera del río Tomle Sap y por el Parque de la Independencia, presidido por un monumento con el mismo nombre, y donde la gente se reúne a hacer ejercicio (muchos corrían, jugaban a la pelota, badminton, indiaka, incluso hacían aerobic a ritmo de una horrible música).
Ya en el hotel, cerveza en mano, empezamos a analizar el día y Camboya no nos parecío un lugar tan malo, es diferente, y siempre que uno tenga cuidado como en cualquier lado, no tiene por qué ser peligroso.

A la mañana siguiente y después de haber dormido muuucho empezamos la maratón. Nuestro autobús salía a las 12:15h y en esas 4 horas queríamos ver dos de los puntos imprescindibles: el Palacio Real y el Museo Tuol Sleng.
Empezamos por el Palacio donde nos asombró mucho su arquitectura, con clásicos tejados jemeres dorados, y su pulcritud (en comparación con como suele estar el resto de la ciudad). Muchas partes permanecen cerradas al ser la todavía residencia del rey Sihamoni, pero pudimos ver el Salón del Trono, algunos edificios colindantes hechos museo y la espectacular Pagoda de Plata, una zona de templos perteneciente al Palacio, con hermosas pinturas en los muros circundantes.

A continuación, sólo nos quedaba acercarnos al museo antes de partir. Antes de hablar de lo que vimos y demás sensaciones, creemos que es importante dar una pincelada en la historia de este país reprimido por una dictadura y maltratado hasta hace bien poco.
Hablar de la historia reciente de Camboya, implica hablar de la revolución de los Khemeres Rojos, quienes en los años 70, capitaneados por el general Pol Pot, masacraron a un tercio de la población. Creían que dicho alzamiento solo podría triunfar eliminando los elementos impuros y contrarrevolucionarios, convirtiendo al país en una sociedad agrícola y rural. Esto hizo que cualquier persona que para los khemeres no fuera apta para esta nueva sociedad fuera literalmente eliminada en alguno de los campos de exterminio del país. Uno de los más importantes fue el de Choeung Ek en Phnom Penh, donde asesinaron y quemaron los cadaveres de miles de personas, la mayoría proveniente del centro de tortura de Tuol Sleng o S21. En este centro se sacaban las confesiones y se hacía que delatasen a "otros traidores", a base de inmundas torturas.
Estos asesinatos junto a una esperanza de vida que no supera los 70 años, hace que no sea común ver personas de cierta edad en Camboya.

Al visitar el museo, conocimos horrorizados más acerca del genocidio que sufrió el país. El lugar en concreto, era un colegio que durante el conocido como 21S fue tomado como cárcel donde miles de personas fueron retenidas en minúsculas celdas, torturadas de cientos de horribles maneras y finalmente asesinadas, acusadas del delito de traición.
Los Khemeres Rojos no sólo se encargaron de ir a por los "traidores" (la mayoría eran inocentes que acababan testificando para no soportar más dolor), sino que también arrestaron y mataron a sus hijos, e incluso a algunos extranjeros.
Un lugar que pone los pelos de punta, donde además de las celdas de tortura y los minúsculos cubículos donde estaban retenidos, se conoce la historia de los presos. Existen fotos de todos y cada uno de ellos, y se imagina cómo era su vida en cautiverio, incluso aún hay restos de algunos de ellos. Por último se puede saber qué fue de los únicos 7 supervivientes.
Con el corazón en un puño decidimos no ir a conocer Choeung Ek, estaba a 15km y ya habíamos tenido suficiente con el museo.
Con el mal sabor de boca por el difícil pasado de este pueblo terminamos el recorrido y abandonamos la ciudad camino al Sur.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Vietnam, donde el tiempo nunca es suficiente.

Tic, tac... empieza la cuenta atrás. Somos afortunados en estos tiempos en los que no pagamos para entrar en Vietnam, para los españoles no hace falta visado. La cara mala del asunto, 15 días, ni uno más.

Con la hora pegada a la espalda llegamos la tarde del primer día a la Capital. Allí donde los 36 gremios de Hanoi decidieron asentarse. Antaño estas calles, una por cada gremio, veían a la gente pasear entre sus locales. Hoy forman un enjambre con el doble de gente y millares de motos en constante movimiento. Y, a su vez, a muchos los ves sentados fuera de los bares, en esas mismas calles, charlando y disfrutando en una imagen que nos fue demasiado familiar.
En 3 días, nada más, nos dio tiempo de encajar entre una población más loca, más fría y más particular que todas las anteriores. Diría que son más similares a los chinos que a sus otros vecinos, al menos allá en el Norte.

Tic, tac... que el tiempo corre y debemos continuar. Para ir ya más al Norte no nos daba el calendario y, aquí, es donde tuvimos que empezar a seleccionar, dejando atrás destinos interesantes, quizás para otro viaje. El primer sacrificado fue Sapa, con sus arrozales y montañas, algo que ya habíamos visto y que, con mucha pena, tuvimos que declinar.
Mirando atrás nos dirigimos a Halong Bay donde, por suerte, pudimos experimentar la sensación de ver cómo el tiempo se detiene mientras el Mar y las montañas nos hacen olvidar lo que nos queda por delante y lo que hemos dejado atrás. Allí, flotando en las aguas sagradas donde un dragón fue a estrellarse para dejarnos sin habla en medio de ese paisaje.

Tic, tac... toca avanzar, en este caso camino al Sur, cambiamos las cómodas camas de hotel por el asiento (o camastro) del autobús nocturno, que nos hace ganar tiempo a nuestro itinerario mientras dormimos.
Así llegamos a Hue, Ciudad Imperial. Allí pudimos descubrir la Historia de este País de una forma gráfica y sencilla. Este sitio nos sorprendió gratamente y, en poco tiempo, nos fuimos con la sensación de haber estado dentro de todo ese aire histórico tan especial.

Vuelta a caminar. El tiempo nos persigue, llegamos a Hoi An. Esta villa enclavada en Vietnam Central nos acercó más a la gente, sus costumbres, tradiciones... entre puestos, sastrerías y mercados, con ese ambiente tan peculiar. Y, el más difícil todavía, con tiempo desfavorable nos tuvimos que empapar (de forma literal) de todo su aire ilustre, viajero y cultural.

Y otra vez el reloj, tic, tac, tic, tac... Corremos rumbo al Sur dejando de lado sitios como Nha Trang, con sus famosas playas e islas; y pasando sin bajarnos por la Villa de Dalat, situado en un verde páramo y destino de moda para los recién casados.

Nuestro esfuerzo nos dio el tiempo suficiente para estar el día señalado en Saigón. Donde tuvimos 4 jornadas para ver cómo quedó y en qué se ha convertido este sitio tan atractivo tras la Guerra de Vietnam. Más poblada, más moderna y con más vida, si es que se puede, que su Capital, Hanoi. Con los vestigios de la Guerra aun presentes y con la influencia de la gente que la visita diariamente, Saigón tiene de todo y la recomendamos sin dudar, por delante de muchos otros sitios con más fama quizás.

El último regalo, tras vencer al reloj y superar el tic tac del tiempo, fueron los dos días en el Delta del Mekong. Un río que ya nos era conocido y que, tras esta visita, nunca podremos olvidar. Por su fuerza, por su vida, por su Historia (bélica) aún latente y por muchas cosas más.

Y al final, relax... el último tic tac del reloj fue en la frontera justo a tiempo y tras cruzar. 15 días, 5 destinos, muchas horas de viaje y miles de imágenes que ya jamás nos podrán arrebatar.

Adiós Vietnam, prometemos volver con más tiempo, aunque nunca será suficiente...

Saigón: la guerra de Vietnam

Nosotros, al igual que sus habitantes, preferimos llamar Saigón a la hoy en día denominada ciudad de Ho Chi Minh; y es que hasta 1969, año en el que murió el comandante, ese era el nombre de la ciudad más grande de Vietnam.
Esta frenética urbe, es la más cosmopolita y diferente del país. Sus atemporales callejuelas llevan hasta antiguas pagodas y bulliciosos mercados, pasando por destartaladas tiendas con todo tipo de productos justo antes de desembocar ante futuristas rascacielos y gigantestos centros comerciales. Los fantasmas del pasado perviven en sus templos, iglesias, museos y palacios que hace solo una generación fueron testigos de una ciudad sumida en el caos.

Nosotros por ahora sólo habíamos conocido su animado ambiente nocturno, con calles y callejones repletos de gente comiendo y bebiendo, luces, vendedores ambulantes, música y ruido. Vamos, una explosión sensorial apabullante.
Tras la vuelta del Delta, tocaba fútbol, Miguel nos engañó para ir a ver la final de la copa a un bar donde como ya sabéis se llevó una alegría. Hubiéramos celerado más, pero estábamos cansados y teníamos muchos planes al día siguiente.
Era nuestro último día en el país. La visa expiraba el día 22, así que teníamos esa única jornada para conocer todo lo posible esta gran ciudad.

Nos levantamos tempranito, con la incertidumbre de qué habría pasado en España con las votaciones y, tras informarnos un poco, arrancamos el día.
Primera parada: Cu Chi. Este lugar a unos 40km al noroeste de Saigón, es toda una leyenda debido al papel que jugaron sus túneles como medio para que el Vietcong consiguiera mantener a raya al ejército estadounidense. En la visita, además de visionar un pequeño documental, un guía local (en nuestro caso hijo de un excombatiente) nos mostró el lugar: sus escondites, sus trampas, las huellas de las bombas y como no su historia. Al principio y 20 años antes del conflicto, los túneles a 3 metros de profundidad sólo los usaban como guaridas. Poco a poco fueron cavando más profundo, llegando a hacer túneles a 6, 8 y 10 metros de profundidad, donde los combatientes hacían vida. Tras conocer cómo vivían, y muchas anecdotas sobre lo que comían, bebían, sus vestimentas, y demás detalles, pasamos a entrar en los susodichos túneles, que han tenido que ser agrandados para que los turistas puedan acceder a ellos, y aún así, no apto para claustrofóbicos.
Tras esto, el recinto ofrece al visitante la opción de disparar una ametralladora o un rifle, a dólar la bala, que para unos pacifistas como nosotros no tiene ningún interés, pero que a los guiris les encanta.
Una visita obligada para todo el que quiera conocer mejor la historia guerrillera.

Tras finalizar la visita, tomamos la moto que habíamos alquilado y nos introdujimos en el mar de tráfico característico del país. Un caos donde, en cualquier momento, cualquier vehículo (moto, coche, carro, bici...) o peatón,  puede cruzarse en tu camino y una experiencia más que no nos podíamos perder. Pero nuestro color de piel siempre nos delata y la policía nos paró por toda la cara. Ya habíamos oído hablar de la corrupción pero en este caso no tenían motivos para sacarnos el dinero así que, pese a que intentaron inventarse mil cosas, acabamos dándoles coba y nos sacaron ni un dólar. Finalmente nos dejaron ir.

Llegados a la ciudad y visto lo visto, creímos que lo mejor era dejar la moto y patear.
Saciados de templos y Pagodas decidimos que sólo queríamos pasesr por las calles viendo los parques, edificios y lugares más emblemáticos, como el Antiguo Edificio de Correos (que aún funciona como tal y donde puedes seguir pegando tus sellos a la antigua usanza), la Catedral de Notrre Dame (réplica de la francesa), el Ayuntamiento, la Ópera, Monumentos dedicados al gran Ho Chi Mihn, la ribera del Mekong y el Mercado Central (al que volveríamos en su edición nocturna para comprar nuestros sombreros vietnamitas que ahora nos acompañan a todas partes).
Solo elegimos visitar con más profundidad dos sitios: el Palacio de la Reunificación, lugar representativo donde Vietnam del Norte y del Sur se hicieron uno tras la guerra, y que hoy en día, aparte de atracción turística, es usado como salón para Asambleas y Conferencias Internacionales. El otro lugar, como siempre, un sitio bien alto para disfrutar del "skyline" de la ciudad y ya de paso de su atardecer. Elegimos la famosa (y cara) Torre Bitexco, el más importante centro de negocios de la ciudad y uno de los edificios más emblemáticos del país.

En resumidas cuentas, de nuevo, día agotador pero muy gratificante. Mi resumen de Vietnam: simplemente, un país imprescindible para cualquier aventurero, donde pese a que nos han quedado por ver muuuchas cosas, hemos disfrutado un montón.
Ahora camino a Camboya, a ver que nos deparan los próximos días. Un abrazo a todos y ¡gracias por seguirnos y apoyarnos tanto!