Pasar las Navidades lejos de los tuyos siempre es duro, si encima estás a miles de kilómetros, aún más. Pero nuestro viaje nos hacía tener que estar fuera este año, así que ¿qué mejor plan que pasar las Fiestas en la playa?
Tras dejar Phnom Penh, nos dirigimos hacia el sur de Camboya. Destino: Sihanoukville, o la villa de Sihanouk, antiguo monarca camboyano; la principal localidad costera del país.
La idea era pasar la noche en esta ciudad y a la mañana siguiente tomar un barco a las cercanas islas de Koh Rong, pero nada más llegar, el lugar nos sorprendió gratamente.
Sus playas no eran las mejores que habíamos visto pero el ambiente era muy bueno y pensamos que era el lugar perfecto para pasar los festejos navideños. Ademas, todo hay que decirlo, el abusivo precio de las barcas a las islas, sumado al hecho de que todo el mundo nos dijo que tampoco eran para tanto, nos ayudó a decidir.
Nada más llegar a la estación de autobús una horda de camboyanos nos ofreció sus servicios de Tuk-Tuk (va a ser que aquí también son pesados). Tras esquivarlos nos alejamos un poco para negociar con los que estaban en la calle (siempre mucho más económicos).
Nuestra dirección era la zona de Serendipity Beach, la zona con más marcha, que nos acogería los siguientes 3 días.
Tras valorar varias opciones, elegimos el "Monkey Republic", un famoso hostel y bar lleno de guiris con ganas de juerga a todas horas. No pintaba mal la cosa.
Sihanoukville, tiene playas para todos los gustos: en el centro, las bulliciosas y algo sucias Ochheuteal y Serendipity (esta última llena de mochileros); al este, la playa de Otres, ribeteada de chiringuitos y complejos turísticos (mucho más limpia y bonita); y, al oeste, las playas de Sokha (para nosotros la mejor), la Independence y la Victory, en el pasado cuna de los backpakers y ahora gestionada por rusos de más alto presupuesto.
El plan para los siguientes días, ninguno. Estar tirados en alguna de las playas, cerveza en mano o en su defecto ¡en la piscina que tenía nuestro hostel!, comer y relajarnos (vamos unas vacaciones en toda regla de la paliza de estas últimas semanas).
Tras disfrutar el día de arena y Sol, y sin saber mucho qué íbamos a hacer, llegamos a la Nochebuena. Habíamos mirado algún restaurante cercano que ofrecía cenas navideñas con horteras villancicos yankis y no nos había gustado el plan de ninguno, así que ¡a nuestro rollo! Nos pusimos nuestras mejores galas, es decir, lo mismo de siempre pero con el ojo pintado, y para Miguel un nuevo corte de pelo y afeitado, que aquí una se curró con unas tijeras de uñas. Y, finalmente, elegimos cenar en el hotel, que tenía súper hamburguesas (también vegetarianas) y listo.
Nos propusieron muchos planes: un tour de borrachera por varios bares de la zona (ummmm 30 guiris ciegos gritando Dios salve a la Reina de Inglaterra...no gracias), una fiesta en la jungla (tenía buena pinta pero eso de meternos de musicón en mitad de la selva no lo teníamos muy claro), una fiesta en una discoteca (muy pijo y pureta)... vamos que otra vez a nuestro ritmo.
Tras brindar con una copa, pusimos marcha a la playa a ver unos improvisados fuegos artificiales y a un grupo que lanzaba sus deseos con farolillos al cielo. Allí tomamos algo, pero rápido porque ya teníamos plan: un pub llamado Utopía, con buena música y un ambiente más nuestro. Bebimos y celebramos con todos y con nosotros sólos. Y, cada vez que el reloj marcaba las en punto, cerveza y chupitos gratis... ¡yo no digo nada!
En fin, una noche muy diferente donde echamos en falta a mucha gente pero que disfrutamos mucho como toda experiencia nueva.
A la mañana siguiente y tras dormir la borrachera qué mejor plan que un súper desayuno y un buen baño refrescante en la piscina, y más playa, sol... vamos que hemos estado súper estresados.
Un abrazo a todos y ¡Felices Fiestas!