domingo, 24 de enero de 2016

Islas Gili

Tras varios días por Lombok tocaba movimiento. Siguiente parada: las Islas Gili, que son 3: Gili Air, la mediana y más cercana a Lombok; Gili Meno, en el centro, es la más pequeña, despoblada y virgen de las tres; y Gili Trawangan, la más grande y turística.
Estas islas son muchísimo más pequeñas que sus vecinas. En ellas no existe el transporte a motor, solo hay bicicletas y carros tirados por caballos (pobres míos). Todo queda cerca y en algo más de una hora puedes recorrer a pie cualquiera de ellas sin problema.
Un lugar paradisíaco donde relajarnos, nadar, tomar el sol y hacer snorkel.
Como teníamos 4 días pensamos que la mejor opción era instalarnos dos días en una y los otros dos en la otra y, si teníamos tiempo, tal vez usar una mañana para hacer una excursión a la tercera.
Antes de decidirnos por cuál visitar nos informamos bien y finalmente escogimos Gili Air, por ser el enclave perfecto para bucear y, si teníamos suerte, cruzarnos y nadar con alguna tortuga. La otra elección fue Gili Trawangan, teníamos ganas de pegarnos también alguna juerguecilla, ¿por qué no? Descartamos Gili Meno, pese a leer que tiene las playas más bonitas y solitarias, porque es muy tranquila y tiene menos servicios. Aunque en otras ocasiones hemos buscado sitios como ésta última, esta vez la declinamos, por comodidad y porque eso podía suponer que fuera más cara.
Empezamos por la Air. El ferry público que nos acercó a ella zarpaba a eso de las 10, pero en cosa de 15 minutos ya estábamos llegando. Están realmente cerca. Las vistas desde el barco, increíbles. Por muchas fotos que tomemos nunca terminan de reflejar la realidad.
En media hora más habíamos encontrado un alojamieto a nuestro gusto y estábamos instalados. Solo quedaba alquilar unas gafas y un tubo (nosotros ya teníamos unas) y ¡al agua patos!
¡Cuánta suerte tuvimos! Fue zambullirnos en el agua y enseguida vimos la primera tortuga. Fue genial poder nadar a su lado. Enorme, comiendo entre corales, parecía estar esperándonos para verla y tomarle fotos.
Pero ahí no quedó la cosa, porque no fue sólo una sino tres las que llegamos a ver ese día, además de un montón de peces, corales y demás flora y fauna marina. Una experincia más que sumar a nuestra lista.
Dos horas en remojo nos bastaron para amar aquél lugar.
Cansados de tanto bracear y con la espalda y el culo colorados de estar tanto tiempo mirando el fondo del mar, buscamos un Warung para comer algún plato típico. Tras ésto, descansamos un rato en nuestro bungalow y salimos a patear. Como antes os contábamos puedes dar la vuelta a la isla en poco tiempo, y ese era el plan. Pero, como no, teníamos que hacer alguna parada para darnos algún chapuzón en esas turquesas y calientes aguas y para disfrutar del ocaso.
Un día de 10, para una isla de 11.
El día siguiente seguimos la misma dinámica. Baños, snorkel, sol, atardeceres... y, aunque esta vez no tuvimos tanta suerte de encontrarnos con alguna de nuestras amigas, volvimos a disfrutar un montón entre los peces del arrecife.
El colofón: un concierto de música reggae por la noche en un bar de tapas españolas que nos recomendaron unas chicas por el camino. Nunca un pincho de tortilla me había estado tan rico.
Pero tocaba cambiar de isla, aunque de muy buena gana nos podríamos haber quedado allí el resto de los días.
A la mañana siguiente tomaríamos un bote a la Gili Trawangan. Allí conocimos a una pareja de egipcio y alemana (Ibrahim e Irina) que nos acompañarían el resto de nuestros días en Indonesia.
Nos hospedamos en el que para mí ha sido el mejor hotel de todos: el Woostock. Unos enormes bungalows preciosos, alrededor de una piscina, con un ambiente y un personal insuperable, bueno sí, solo por sus pedazo de desayunos. Excelente.
En Trawangan tuvimos suerte y pudimos ver a otra tortuga. Esta era más pequeña y rápida que las demás y fue todo un reto perseguirla.
Más comida, siestas, sol y mucha piscina nos acompañaron en la tarde y a la noche tocaba salir a ver la famosa juerga de la isla.
No se dió nada mal, aunque en la noche reina el ambiente norteamericano y australiano, es decir, tomar chupitos hasta desmayarse y beber con todo tipo de juegos para seguir a gatas, bailando los últimos existos más comerciales.
Nosotros a lo nuestro claro, hasta que llegó la lluvia. Habíamos tenido mucha suerte hasta ahora. Empezó con unas cuantas gotas que dieron paso a un llover a cubazos durante varias horas (menos mal que el garito donde estábamos estaba cerrado), hasta que la calle se convirtió en un río.
Fue toda una aventura volver a casa, con el agua por encima de los tobillos en muchos tramos. Una noche muy divertida.
Al día siguiente y, viendo que el tiempo estaba revuelto, pasamos de ir a Gili Meno, no fuera a ser que se pegara el día diluviando. Hicimos bien. A eso de la 1-2 del mediodía comenzó y ya no paró. Menos mal que pudimos disfrutar un poco antes de la piscina y la playa, porque el resto del día, como os imaginais, nos tocó estar encerrados en el bungalow poniendo al día el blog y descansando.
La noche volvió a darnos tregua. Conocimos a una pareja más (Pablo y Gaby). Dos mejicanos súper simpáticos con los que acabamos tomando unas cervezas al son de un concierto en la playa.
Como veís 4 días estupendos en unas islas que no tienen nada que envidiarle a las de Tailandia y de las que volvimos completamente enamorados.
Hoy ya de vuelta a Bali. Esta vez en un bote rápido para aprovechar un poco el día, despedirnos de la playa y de este país que tantísimo nos gusta.
Mañana tempranito volamos para Bangkok, toca compras, ¡por fín!

























No hay comentarios:

Publicar un comentario