Dejamos atrás Georgetown dirección a las tierras altas del centro de la península. A medida que ascendemos el calor se va disipando a la vez que el paisaje va adquiriendo un verde más uniforme. Nuestros oídos, taponados, dejaron atrás el sonido de las olas para entrar poco a poco en esa sinfonía natural que les brinda la brisa de montaña al surcar los campos y las copas de los árboles.Y arriba, las Cameron Highlands, paraíso visual y meca del trekking en Malasia, además de centro neurálgico nacional del cultivo de la fresa y el té. Pero a nosotros, y seguro que a muchos otros, sus paisajes nos transportaron directamente a los campos de la Comarca, donde no nos extrañaría cruzarnos con algún Hobbit que vuelve a casa de recoger unas setas en el bosque.
El autobús nos dejó en el centro de Tanah Rata, uno de los dos pueblos alrededor de los cuales se extienden las highlands; el otro es Brinchang, pueblo por el que nos pasaríamos varias veces. Allí no nos fue difícil encontrar alojamiento. Esta vez no fue una habitación triple pero fueron dos pequeñas buhardillas a muy buen precio, de los más baratos desde que estamos en Malasia, aunque para ser totalmente sinceros tenemos que decir que las buhardillas disponían de un colchón y gracias, pero estaba bastante limpio todo, eso sí.
El encargado del hotel fue muy amable al explicarnos todo lo que necesitábamos saber. Teníamos día y medio por delante y no queríamos perdernos ni distraernos en tonterías. De las doce grandes rutas que existen elegimos la 10 para el primer día y la 1 para el segundo, más las visitas a una factoría fresera y a una granja donde crían mariposas.
La ruta10 era perfecta para empezar porque, al haber llegado por la tarde, no teníamos demasiadas horas de luz. Nos dispusimos a adentrarnos en el denso bosque que rodeaba el pueblo. No sé de qué tiene más, de selva o de bosque. Jesús le llama "selbosque". Fue muy divertido caminar entre sonidos animales, trepar por las raíces y lianas y saltar evitando el barro. Al llegar a la cima pudimos ver los campos de té a los lejos y, no sin esfuerzo, nos dirigimos allí por un "sendero" de dudosa existencia. Pero al llegar fue grandioso estar tan cerca, entrar en esas colinas verdes, pronto veríamos más. Al volver no teníamos fuerzas para andar y echamos mano del dedo de Marina, el cual rápidamente paró una camioneta que nos llevó de vuelta al pueblo.
Tras el merecido descanso, comienza un nuevo día. Tomamos un buen desayuno para cargar pilas y nos acercamos a Brinchang para comenzar la ruta (la ruta n° 1). Después de un paseo por el mercadillo del pueblo tocaba no pensárselo mucho y tirar para arriba. Tres kilómetros de ascenso por un sendero que empezó recto, siguió inclinado y acabó en pared, y en el cual terminamos escalando piedras y trepando por las lianas (Marina la primera, ahí lo lleváis). La bajada fue por la carretera de los cultivadores de té, en una de las imágenes más alucinantes de todo nuestro viaje, flipante. La eterna campiña, verde y azul cielo durante cinco kilómetros inolvidables.
Para rematar, dos paradas más: la factoría de fresas, en las que tú mismo las recoges para comerlas al momento, sólas, en zumo o batido; y una granja de mariposas en las que crían especies increíbles las cuáles revolotean por todas partes. Al final otro "autostop" de Marina nos dejó en casa antes de lo esperado.
Y hasta aquí las Cameron Highlands. Os dejamos unas fotitos para que os hagáis a una idea.
"Selbosque"??? 😂😂
ResponderEliminar"Selbosque"??? 😂😂
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