Antes de contar nuestra experiencia me gustaría hacer un inciso sobre un tema que para nosotros es muy importante: el turismo responsable y respetuoso con los animales, con el Medio Ambiente y, por supuesto, con las gentes locales y su cultura.
En el Sudeste Asiático, al igual que pasa en otros muchos lugares, la oferta de ocio con animales es inmensa. Y, por desgracia, en muchos casos lo que el turista no sabe es el maltrato que sufren para que él pueda disfrutar de una experiencia inolvidable.
Por ejemplo: cuando van a hacer un trekking con elefantes y los montan, tal vez no sepan que ese animal además de tener que soportar su peso por un camino extenuante, ha sido sometido a base de golpes, cortes y ganchos en orejas y pezuñas; o que el tigre con el que se está haciendo la foto acostado en su lomo está así de tranquilo porque está drogado o ha nacido en cautiverio, privado de su libertad y de su propia naturaleza salvaje (al igual que pasa con los animales en los zoos); o que los monos, elefantes...no son artistas y no aprenden de repente a pintar o a hacer malabarismos, sino que viven maltratados y encerrados en jaulas entre espectáculo y espectáculo. Podría poner mil ejemplos.
Por eso ruego a cualquiera que vaya a viajar que rechace todo tipo de actividad que implique maltrato a los animales o al entorno y que, asimismo, respete la Cultura de cada país (aunque a veces no la comparta). Ni que decir tiene que esto también deberíamos extrapolarlo a nuestra propia población.
En fín, vamos al tema. Nosotros lo teníamos claro; queríamos poder ver de cerca a los elefantes asiáticos, esos enormes y bellos animales, pero queríamos verlos felices y disfrutando. Elegimos la protectora Elephant Nature Park, aparte de por sus referencias, porque es un santuario para estos animales que son rescatados de circos, trekkings, trabajos de carga, etc... y llevados a un entorno de semilibertad donde dejar de sufrir. Además esta protectora, fundada en 1992 por Sangduen "Lek" Chailert, también acoge otros animales contados a cientos: perros, gatos, búfalos o conejos, entre otros, que en el caso de los domésticos, puedes adoptar.
En el parque hay unos 55 elefantes, siendo la grandísima mayoría hembras, salvo 7 machos y alguna cría; y la gran mayoría vive agrupados en "familias". Casi todos ellos son rescatados de distintos lugares de Tailandia, aunque algunos traídos también de las vecinas Myanmar, Laos o China.
Elegimos la excursión de un día, aunque la hay de dos, o incluso puedes quedarte allí un tiempo como voluntario (lo que no entendí bien es que tenías que pagar, y mucho, tu estancia para poder hacerlo). La excursión incluía el transporte hasta el refugio a unos 60km de Chiang Mai mientras visionábamos un documental sobre el Parque, una ruta por las instalaciones conociendo a algunos de los elefantes y sus historias, un rato para darles de comer y bañarles en el río, comida vegetariana, y una guía, la encantadora Por. La experincia indescriptible.
Poder estar cerca de ellos (siempre siguiendo las precauciones que nos indicaron), darles de comer, acariciarles mientras ves el placer en sus ojos, darte un refrescante baño a su lado, es una de las mejores experiencias que me llevo del viaje. A ver, todo estaba muy protocolarizado, y en parte nos hubiera gustado tener aún más libertad para estar con ellos. Pero entendemos la labor que hacen (la más importante es recaudar fondos con excursiones como esta para poder seguir manteniendo el parque y ayudando a más animales).
Además, en nuestro grupo coincidimos con 7 encantadoras personas amantes de los animales (en especial una familia mejicana), lo que hizo la excursión aún mejor.
Muchos de los elefantes son muy mayores y tienen secuelas físicas y psíquicas. Por lo que nos iban contando habían sufrido mucho, en cambio allí se les ve felices, caminando por esas enormes praderas junto a más de los suyos, recibiendo mucho amor de los cuidadores y teniendo un hogar donde no padecer más.
Algunas de las desgarradoras historias que nos contaron fueron: la de una elefanta (cuyo nombre no fuimos capaces de entender) que a base de golpes la habían dejado ciega y un día en lo alto de la montaña cargando turistas en un trekking se puso a dar a luz (las hacen trabajar en ese estado) y no pudo rescatar a su bebé quien cayó ladera abajo, al no verle. La historia de Boloy una elefanta llena de quemaduras por todo el cuerpo provocadas mientras trabajaba, o de una viejita que apenas podía caminar porque se había fracturado una pata mientras cargaba piedras en una cantera. Como esas, por desgracia había muchas.
Pese a que hoy en día todavía hay que luchar mucho en pro de los animales, me sorprendió gratamente que cada vez existen más centros o santuarios para estos enormes animales que invitan al turistas a conocerlos en su entorno, sin necesidad de entretenerlos ni tener que cargar con ellos; como contrapunto, todavía existen demasiados trekkings con elefantes, búfalos y otros animales, así como zoos, acuarios, circos o espectáculos con ellos.
Así mismo, existen excursiones que a nosotros nos parecen iguales a circos, donde poder conocer a pueblos indígenas locales, como es el caso de la tribu Mae Hong Son, mundialmente conocido por esa imagen en la que varias mujeres llevan decenas de anillos en los brazos, las piernas y en el cuello, haciéndolo extremadamente largo. Excursiones donde las agencias se embolsan el dinero por enseñar a sus gentes como en una galería, a cambio de una miseria.
Bueno, os dejamos unas fotitos de lo que vivimos. A petición de Miguel salgo yo en casi todas, porque estaba flipadísima, así mismo casi todas son de elefantes y no de otros animales, pero cuándo nos vamos a ver en otra igual.