domingo, 29 de noviembre de 2015

Y por fín pude abrazar a un elefante

Antes de contar nuestra experiencia me gustaría hacer un inciso sobre un tema que para nosotros es muy importante: el turismo responsable y respetuoso con los animales, con el Medio Ambiente y, por supuesto, con las gentes locales y su cultura.
En el Sudeste Asiático, al igual que pasa en otros muchos lugares, la oferta de ocio con animales es inmensa. Y, por desgracia, en muchos casos lo que el turista no sabe es el maltrato que sufren para que él pueda disfrutar de una experiencia inolvidable.
Por ejemplo: cuando van a hacer un trekking con elefantes y los montan, tal vez no sepan que ese animal además de tener que soportar su peso por un camino extenuante, ha sido sometido a base de golpes, cortes y ganchos en orejas y pezuñas; o que el tigre con el que se está haciendo la foto acostado en su lomo está así de tranquilo porque está drogado o ha nacido en cautiverio, privado de su libertad y de su propia naturaleza salvaje (al igual que pasa con los animales en los zoos); o que los monos, elefantes...no son artistas y no aprenden de repente a pintar o a hacer malabarismos, sino que viven maltratados y encerrados en jaulas entre espectáculo y espectáculo. Podría poner mil ejemplos.

Por eso ruego a cualquiera que vaya a viajar que rechace todo tipo de actividad que implique maltrato a los animales o al entorno y que, asimismo, respete la Cultura de cada país (aunque a veces no la comparta). Ni que decir tiene que esto también deberíamos extrapolarlo a nuestra propia población.

En fín, vamos al tema. Nosotros lo teníamos claro; queríamos poder ver de cerca a los elefantes asiáticos, esos enormes y bellos animales, pero queríamos verlos felices y disfrutando. Elegimos la protectora Elephant Nature Park, aparte de por sus referencias, porque es un santuario para estos animales que son rescatados de circos, trekkings, trabajos de carga, etc... y llevados a un entorno de semilibertad donde dejar de sufrir. Además esta protectora, fundada en 1992 por Sangduen "Lek" Chailert, también acoge otros animales contados a cientos: perros, gatos, búfalos o conejos, entre otros, que en el caso de los domésticos, puedes adoptar.
En el parque hay unos 55 elefantes, siendo la grandísima mayoría hembras, salvo 7 machos y alguna cría; y la gran mayoría vive agrupados en "familias". Casi todos ellos son rescatados de distintos lugares de Tailandia, aunque algunos traídos también de las vecinas Myanmar, Laos o China.

Elegimos la excursión de un día, aunque la hay de dos, o incluso puedes quedarte allí un tiempo como voluntario (lo que no entendí bien es que tenías que pagar, y mucho, tu estancia para poder hacerlo). La excursión incluía el transporte hasta el refugio a unos 60km de Chiang Mai mientras visionábamos un documental sobre el Parque, una ruta por las instalaciones conociendo a algunos de los elefantes y sus historias, un rato para darles de comer y bañarles en el río, comida vegetariana, y una guía, la encantadora Por. La experincia indescriptible.
Poder estar cerca de ellos (siempre siguiendo las precauciones que nos indicaron), darles de comer, acariciarles mientras ves el placer en sus ojos, darte un refrescante baño a su lado, es una de las mejores experiencias que me llevo del viaje. A ver, todo estaba muy protocolarizado, y en parte nos hubiera gustado tener aún más libertad para estar con ellos. Pero entendemos la labor que hacen (la más importante es recaudar fondos con excursiones como esta para poder seguir manteniendo el parque y ayudando a más animales).
Además, en nuestro grupo coincidimos con 7 encantadoras personas amantes de los animales (en especial una familia mejicana), lo que hizo la excursión aún mejor.

Muchos de los elefantes son muy mayores y tienen secuelas físicas y psíquicas. Por lo que nos iban contando habían sufrido mucho, en cambio allí se les ve felices, caminando por esas enormes praderas junto a más de los suyos, recibiendo mucho amor de los cuidadores y teniendo un hogar donde no padecer más.
Algunas de las desgarradoras historias que nos contaron fueron: la de una elefanta (cuyo nombre no fuimos capaces de entender) que a base de golpes la habían dejado ciega y un día en lo alto de la montaña cargando turistas en un trekking se puso a dar a luz (las hacen trabajar en ese estado) y no pudo rescatar a su bebé quien cayó ladera abajo, al no verle. La historia de Boloy una elefanta llena de quemaduras por todo el cuerpo provocadas mientras trabajaba, o de una viejita que apenas podía caminar porque se había fracturado una pata mientras cargaba piedras en una cantera. Como esas, por desgracia había muchas.

Pese a que hoy en día todavía hay que luchar mucho en pro de los animales, me sorprendió gratamente que cada vez existen más centros o santuarios para estos enormes animales que invitan al turistas a conocerlos en su entorno, sin necesidad de entretenerlos ni tener que cargar con ellos; como contrapunto, todavía existen demasiados trekkings con elefantes, búfalos y otros animales, así como zoos, acuarios, circos o espectáculos con ellos.
Así mismo, existen excursiones que a nosotros nos parecen iguales a circos, donde poder conocer a pueblos indígenas locales, como es el caso de la tribu Mae Hong Son, mundialmente conocido por esa imagen en la que varias mujeres llevan decenas de anillos en los brazos, las piernas y en el cuello, haciéndolo extremadamente largo. Excursiones donde las agencias se embolsan el dinero por enseñar a sus gentes como en una galería, a cambio de una miseria.

Bueno, os dejamos unas fotitos de lo que vivimos. A petición de Miguel salgo yo en casi todas, porque estaba flipadísima, así mismo casi todas son de elefantes y no de otros animales, pero cuándo nos vamos a ver en otra igual.

We love Chiang Mai

No sé qué es lo que tiene esta ciudad al Norte de Tailandia pero es un lugar en el que no tendríamos ningún problema en quedarnos a vivir. La mezcla de espiritualidad, artesanía y naturaleza, hacen de Chiang Mai un lugar perfecto para relajarse y disfrutar de sus calles, cultura, tradiciones y su rica comida (tiene mucha oferta vegetariana).
Falta nos hacía, porque llegar hasta aquí no fue nada fácil. Tras decidirlo en el último segundo y cambiar toda nuestra ruta, nos dispusimos a pasar el siguiente día y medio viajando y esperando en distintas estaciones. La cosa pintaba difícil. Eran las fiestas más importantes del Norte y no teníamos reservado nada, ni transporte ni alojamiento, pero ¿quién dijo miedo?.
Un barco y dos trenes nocturnos después llegamos a la estación de Chiang Mai. Eran las 5 de la mañana y no habíamos dormido nada (sólo conseguimos billetes para la clase económica, es decir, sin coche cama), así que el nuevo reto era encontrar alojamiento bueno, bonito y barato y que nos dejaran entrar en ese momento para descansar un poco. Pues ¡dicho y hecho! Todavía no sé cómo pudimos tener tanta suerte, dimos con un hotel bien situado, con piscina y a un precio bastante razonable.

Tras descansar unas horas, y darnos un chapuzón, armamos nuestro itinerario. Además de conocer la ciudad y disfrutar de su gran fiesta (el Yee Peng), reservamos dos días para hacer excursiones: una para conocer Pai, un pueblo hippie precioso donde hacer alguna rutita por el campo; e ir a conocer el Elephant Nature Park (uno de mis grandes sueños del viaje), un refugio para elefantes, rescatados de diversas formas de explotación. Pero de esto ya os hablaremos en los próximos días.

El centro de la ciudad se encuentra parcialmente amurallado y rodeado por un cuadrilátero perfecto de agua. Dentro del mismo, se localizan los principales templos y museos, pero fuera de ellos, además de muchos más templos, es donde se celebran todos los actos (cerca del río) y el lugar donde están la mayor parte de los tantos mercadillos artesanales, que por la noche se llenan de atractivas luces, colores, deliciosos puestos de comida y música en directo. Para llevárselo todo, siempre y cuando se te de bien el arte del regateo, claro.

Dentro de los cientos de templos que puedes encontrar por la ciudad, a nosotros nos gustaron mucho el Wat Phra Singh, el Wat Chedi Luang y el Wat PhanTao. En general, los grandes templos suelen tener una disposición bastante parecida: en el centro se encuentra el templo principal, con una representación grande de un Buda presidiéndolo; detrás del mismo suele haber un monumento o chedi, y al lado pequeños templosno santuarios auxiliares con diferentes motivos; además cerca suele haber un edificio donde duermen y viven los monjes. Así os podéis hacer a la idea de la disposición en el espacio.
Además de templos, paseamos por las calles del casco que dejan un resquicio de lo que algún día fueron, visitamos el Centro de Arte y Cultura de la Ciudad de Chiang Mai donde conocimos un poco más sobre la ciudad, su pasado (fue antigua capital de Tailandia) y sus tradiciones; provienen del pueblo Lanna. Tuvimos suerte de aprender un poco más, al adentrarnos en un colegio de esta etnia, que al ser fiestas invitaban a los turistas a conocerlos y saber de sus costumbres. Tuvimos hasta un guía personal.

Pero no podíamos conformarnos sólo con ver el centro así que tras alquilar nuestra respectiva moto, que nuestro trabajo nos costó, nos dirijimos al cercano y turístico templo Wat Phra That Doi Suthep, donde tras escalar sus casi 300 peldaños nos maravillamos con su arquitectura, su artesanía y sus vistas.
Además nos habían hablado de que cerca se encontraba el Palacio Real de "Invierno" (no pasamos porque era caro) y una cercana aldea, a la que llegamos cruzando la montaña, con unos bonitos jardines y una cascada. Nos trasladamos por un momento de nuevo a La Comarca.

Pero no todo iba a ser visitar y aprender, como siempre nos divertimos conociendo la marcha de la ciudad y, ante tanta caminata, pudimos (pude más bien, porque Miguel no se animó) disfrutar de un buen masaje tailandés. Elegí un centro de mujeres expresidiarias que estudiaron este arte durante su condena, al ser uno de los más reconocidos, pero fue imposible por las fechas que elegí, así que opté por la recomendación del recepcionista y acudí al Green Bamboo, donde un simpático tailandés me dejó como nueva.
Cualquier día podía ser bueno para dar un paseo por uno de los tantos Bazares Nocturnos y tomar un buen rollito de primavera.
¡
Vamos que aquí se está muy ricamente!

jueves, 26 de noviembre de 2015

El budismo. La fiesta del Loy Krathong

Tras aterrizar en la isla hinduista de Bali, nos introdujimos en un periplo de muchas semanas por tierras Islámicas. Después llegó Tailandia y fue radical el cambio, el de filosofía de vida, ya que de eso y no de una religión es de lo que trata el Budismo.

Buda no era un Dios ni un profeta, tampoco se declaró como un ser divino. En el Budismo no existe el concepto de un Dios creador. Buda fue un ser humano quien, a través de esfuerzos tremendos, se transformó y trascendió su limitación humana creándose en él un nuevo orden de Ser: Un Ser Iluminado. Es un medio de transformación individual y social que ofrece simplemente sus prácticas y enseñanzas a cualquier persona que desee aprender.
La pasión, el deseo, el amor y el odio se consideran extremos; por eso el budismo aconseja la paciencia,  el desapego y la renuncia al deseo de placeres y expectativas terrenales como vía a la paz y a la liberación del sufrimiento.
El fín último del budismo es el Nirvana, que literalmente significa el "apagón" o extinción de todo deseo al apego y, por tanto, de todo el sufrimiento. También es el final del ciclo de reencarnaciones que supone la existencia.

En Tailandia, practican el budismo Theravāda ("la enseñanza de los mayores"), la escuela más antigua.
Se espera que todo varón tailandés viva un corto período de su vida como monje, ya que las familias adquieren un gran mérito cuando un hijo "toma la túnica y el cuenco". Sin embargo, la fusión diaria con los rituales animistas resulta más evidente que los aspectos filosóficos del budismo. Se consulta con los monjes la fecha propicia para una boda o la posibilidad de que un negocio vaya bien, se construyen casas de los espíritus (phrá phuum) delante de los edificios y casas para que traigan suerte...

Dentro de sus festividades destaca el Loy Krathong, un festival que se celebra anualmente en toda Tailandia. Tiene lugar en la noche de luna llena del duodécimo mes del calendario lunar tradicional tailandés (Noviembre). Un día cargado de espiritualidad y gratitud.
“Loi” significa “flotar”. “Krathong” es una balsa de alrededor de un palmo de diámetro fabricada tradicionalmente con una sección del tronco del banano, decorada con hojas de la misma planta, flores, lamparillas, barritas de incienso, etc. Durante la noche de luna llena, mucha gente fabrica pequeñas balsas como éstas y las hace navegar por el río.
Además de venerar a Buda con las luces de las candelas de las pequeñas balsas, el acto de hacer navegar éstas por el río simbolizaría la renuncia y superación de todos los rencores, malos humores y puntos flacos de cada uno, a fin de comenzar una nueva vida sin ellos.

Aunque se hace en toda Tailandia, esta festividad se celebra con más énfasis en Chiang Mai (también llamada Yee Peng), donde los actos se prolongan 3 días llenos de oraciones, rituales, desfiles, concursos, fuegos artificiales...En ella, además de arrojar balsas al río, se lanzan farolillos al cielo.
Nosotros no podíamos perdérnosla así que cruzamos todo el país para llegar a tiempo a este maravilloso lugar.

Normalmente la gente pide deseos cuando el cielo le regala una estrella fugaz...esta noche es mágica, porque son las personas quienes regalan deseos al cielo.