jueves, 16 de marzo de 2017

Hong Kong: una mirada al cielo

¡Por fin estamos en Hong Kong!
No veíamos el momento de llegar a nuestro destino después de tantas horas de viaje, pero ya estamos aquí. Nada más bajar del avión y, pese al cansancio, nos pusimos las pilas porque teníamos por delante muuucho que hacer.

Una vez recogimos el equipaje nos hicimos con una "octopus card" , una tarjeta recargable que sirve para pagar metro, autobuses, tranvías, ferrys... incluso pequeñas compras en tiendas; y es que estábamos a punto de descubrir la variedad de formas para moverte que la ciudad nos ofrecía.

Pero antes de todo vamos a hablar un poco de este "país".
Hong Kong, ex-colonia Británica, es un estado dependiente de China administrativamente,  dividido en 3 territorios: la isla de Hong Kong (distrito financiero), la parte continental de Kowloon (donde vive la gran mayoría de la población y la región más auténtica) y los Nuevos Territorios, incluida la isla de Lantau.
Grandes edificios y zonas comerciales inundan el Estado, considerado el cuarto más densamente poblado de la Tierra,  lo que hace que su modernidad contraste con sus profundas tradiciones.
Su idioma oficial es el cantonés, aunque muchos de sus habitantes hablan inglés, y su momeda el dólar de Hong Kong.

Nosotros, previa reserva, nos alojábamos en "Causeway Bay", en la Isla de Hong Kong. Con una ubicación insuperable, nuestro hostel se escondía entre rascacielos y centros comerciales, ofreciéndonos altura para observar desde lejos el bullicio de la urbe.

Tras dejar las mochilas, nos dirijimos corriendo a la calle a destripar la ciudad. Como ya era de noche decidimos cruzar a Kowloon para ver el famoso "espectáculo de luces", ofrecido por los edificios de la zona financiera (nuestro lado) y que se vislumbra desde Tsi Sha Tsui. Y, nada más cruzar, divisamos una de las imágenes más increibles que hemos visto. Una isla repleta de rascacielos iluminados que, a partir de las 8pm bailan con sus luces al son de la música. Algo parecido a Singapur. Aquí cogimos un poco de niebla pero aún así disfrutamos mucho de las vistas.

Aprovechando que estábamos por la zona, echamos a andar sin rumbo concreto entre mercados, avenidas y altos edificios. Y es que Hong Kong te invita a mirar hacia arriba acentuando tu pequeñez ante semejantes construcciones.

Y poco más pudimos hacer salvo probar la comida local y volver al hotel para pelearnos contra nuestro jet lag.

A la mañana siguiente y, habiendo dormido mal y poco, tocaba saltar de la cama. Y es que iba a ser un día completito.
Comenzamos cruzando a la isla de Lantau para ir a ver el Gran Buda y el Monasterio de Po Lin a sus pies. Un enorme Buda presidiendo una colina a la que se asciende por un sin fín de escalones, lo que nos evocó Kuala Lumpur y sus Batu Caves.

A continuación volvimos a cruzar a Kowloon para llegar hasta Sha Tin donde se encuentra el Monasterio de los 10.000 Budas y sólo podemos decir que el nombre no es una exageración. Realizamos un ascenso por un empinado sendero custodiado por miles de figuras de Buda con distintas poses, fisionomía o complementos; que te lleva a distintos templos y al monasterio.
Cerca, una parada en Diomon Hill para conocer los jardines de Nam Liam, un remanso de paz al más estilo zen, dentro del caos de la ciudad. Y junto a ellos un increible templo que nos resultó uno de los lugares más mágicos de la ciudad.

Tocaba volver al camino y, esta vez, decidimos bajarnos un poco antes de nuestro destino para pasear por las calles y sentir un poco más la ciudad y ya de paso hacer un stop para comer algo. Comercios, gente por todos lados, autobuses de dos plantas, comida callejera, enormes andamios de Bambú rodeando edificios en construcción, luces de neón...todo un espectáculo para los sentidos.

Un dato curioso es la cantidad de señalización y guía visual que existe para el peatón, sobre todo, como pueden ser flechas que te indiquen por qué lado caminar o hacia dónte mirar al cruzar y, es que, con la cantidad de gente que hay y lo despistados que van algunos con los móviles, no me extraña.

Caminando por Nathan Road cruzamos el parque de Kowloon en cuyo centro hay un estanque lleno de todo tipo de aves, hasta que pasado un rato andando llegamos a la "Avenida de las Estrellas", donde se erigen estatuas de importantes personajes del cine asiático y moldes de sus manos, como es el caso de Bruce Lee o de Jackie Chan.

La tarde iba cayendo y quedaban muchas cosas por hacer. Ya en el muelle tomamos un barquito hasta "Central" en la Isla de Hong Kong (como su nombre indica, el centro) y nos dedicamos a caminar entre gigantes de acero alucinando con la majestuasidad de las edificaciones. El City Hall, Times Square, la noria, la tienda de Apple más enorme que he visto nunca, el Soho, Pedder Street...son algunos de los sitios que visitamos. Pero anochecía y corrimos rumbo a la colina, recorriendo la sucesión de escaleras más larga del mundo (recorre 800m de altura) con intención de llegar al punto más alto de la ciudad: "Victoria's Peak"  para ver el ocaso y las luces de la ciudad. No tuvimos suerte y es que el tiempo no acompañaba. Una capa de niebla cubría todas las vistas y, pese a haber ascendido por un sendero durante 45 minutos, al llegar no vimos nada, oooohhh! Tocaba dar media vuelta y a cenar y desansar.

Como muchos nos conocéis, las cosas no podían quedar así, con lo que a la mañana siguiente a primera hora y antes de ir hacia el vecino Macao ascendimos (esta vez en autobús) al Pico donde pudimos ver una panorámica impresionante de la ciudad desde el cielo y, a continuación una vuelta en tranvía al puerto. Una pasada.

Mañana os contaremos nuestras aventuras y desventuras por el vecino
Macao

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