Nos levantamos aún en El Nido con la duda de si era posible que a 10 km hubiera un aeropuerto en algún punto entre la selva, el Mar y la montaña. El vuelo que nos esperaba a Cebu salía del propio Nido a través de una compañía que, además de cara, era bastante desconocida. De ahí nuestra preocupación por su existencia.
Pillamos un trycicle y tiramos para arriba y... sí. Haberlo lo había, una pista de 1.000 metros y un par de casetitas hacían las veces de aeropuerto y, no sin un exhaustivo control de seguridad, pudimos pasar a la "zona de embarque" (vamos una cabaña más, eso sí, con desayuno).
La agradable sensación de haber corroborado la existencia del aeropuerto y haber superado los controles de entrada fue arrasada por el terrible escalofrío que sentí al momento de ver nuestro avión. Volví a recordar a "Indiana Jones" saltando desde aquella avioneta antes de estrellarse contra una montaña. Y es que eso es lo que era, un avioncito de hélices de lo más gracioso. Pero no fue tan gracioso ese meneo cual avión de papel ante la más leve turbulencia (también hay que decir que, por suerte, no hubo muchas).
Al final el avión, con nosotros dentro, llegó a Cebu City. Y la ciudad nos recibió con un hostión de calor que pal recuerdo se queda. Podrían ser 40 grados, aunque si me dices 50 o 70 me lo creo. Qué calor... Menos mal que pillamos un taxi del tirón y se estaba más fresquito (poco más).
El segundo bofetón fue igual o peor, casi una hora de taxi para un trayecto de 10 minutos en moto, menos mal que el taxista era simpático. Pero vamos, no veas que traficazo, ¡Dios mío! No queremos imaginar lo que puede ser Manila que es más grande aún.
El destino era el bulevar "Osmeña", el corazón de la ciudad como decía el amigo taxista que, además de eso nos contó que el idioma filipino está dividido en dos dialectos: el tagalo, más popular y hablado en la mayor parte del país (Palawan, Luzón...); y el cebuano, que se habla en la región de las Visayas (donde estamos) y que es una curiosa mezcla de tagalo, español e inglés al 33,3%. Es supergracioso, lo pudimos comprobar varias veces por la ciudad.
La esencia de Cebú ciudad, además de muchos matices que solo percibes en primera persona estando aquí, se puede decir que destila de dos fuentes principales: la profunda religiosidad de sus habitantes (católicos) y la herencia colonial española. Y paseando por sus bulliciosas calles, además de calor, percibes que en su gente están cotidianamente presentes.
Paseando hacia el centro ya nos dimos cuenta de la multitud de iglesias y de la gran afluencia a ellas. Por el camino, además, pudimos observar diferentes monumentos que prueban la huella dejada por los colonos que, entre otras cosas, introdujeron el catolicismo. Pues eso, que en el camino pasamos por la "Iglesia del Santo Rosario" en hora de misa y estaba a reventar; poco más adelante nos topamos con el impresionante (sin exagerar) Monumento al Patrimonio Histórico, una p... obra de arte. La Catedral fue nuestra siguiente parada y hubiera sido la mejor que vimos si no hubiéramos pasado por la "Basílica del Santo Niño" que además de ser la más impresionante, es la que más fieles reúne (sobre todo para adorar la imagen del "Santo Niño"). Había mucha gente.
Justo a la salida la Cruz de Magallanes, dedicada al famoso marino portugués, y como centro de una plaza.
Caminando llegamos a parar al "Fuerte de San Pedro", precedido por un parque con varias estatuas de personajes ilustres de la historia colonial filipina, entre los que está el famoso Comandante Legazpi. Del fuerte debo decir que era de lo más colonial, tanto que me recordó mucho a la Alameda o las Murallas de San Carlos gaditanas. Ahí es nada.
A la vuelta pudimos ver que Cebu City por la noche no es una ciudad excesivamente peligrosa, aunque sí bulliciosa. Lo mejor fue que descubrimos que la zona de nuestra pensión es el barrio universitario, con mucho ambiente, bien iluminado y con montones de sitios para comer o tomarte algo con la gente. Allí cenamos, en una pizzería de lo más creativa (pizza de chocolate, de ensalada o hamburguesa, por ejemplo), y nos volvimos a la "Pensión Jacinta" para poner al día el blog y las subidas de fotos a la nube.
Al final Cebú Capital, sin ser un destino imprescindible, no decepcionó. Eso pasa por no tener altas expectativas de un sitio. Y el buen regusto de ese día que pasamos allí ya se viene con nosotros para España.
No me enrollo más, una fotos, esperamos que os gusten.
Miguel
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