miércoles, 29 de marzo de 2017

El mejor atardecer jamás visto

Como anunciamos anteriormente necesitábamos compartir el atardecer que vivimos hace unos días en Siquijor. Toda la gama de colores posibles en un momento, ¡increible!

Sobran las palabras, así que ahí van las fotos de aquella maravilla.

lunes, 27 de marzo de 2017

Siquijor, la Isla Encantada

Ahora sí, entramos en la recta final del viaje. La última semana que nos queda aquí la dividiremos entre tres lugares: la maravillosa isla de "Siquijor", la turística "Bohol" y los días de despedida por Manila.
Para llegar a Siquijor tuvimos que echarnos las mochilas a la espalda y concienciarnos de que iba a ser largo y duro el camino. Primero un trycicle hasta el autobus, después vinieron tres horas de camino hasta "Bato" (también conocida como "San Sebastián") y, tras acercarnos al puerto otro triciclo motorizado de los que hay aquí, pillamos un ferry hasta la isla de Negros. Otro triciclo más nos llevaba a "Dumaguete", desde cuyo puerto parten los ferrys a Siquijor, después de hora y media, ¡al fín! Siquijor, la Isla Encantada.

Nada más desembarcar, la suave brisa marina que sólo tienen las islas pequeñas nos recibía y, a medida que se sucedían los acontecimientos, el buen rollo se iba apoderando de nosotros. Primero nos recibe un lugareño para alquilarnos la moto ya desde el puerto a un precio que nos costó creer, no me pide depósito de ningun tipo y nos dice que en la isla no se lleva casco. Luego vamos para "San Juan", donde está todo el alojamiento mochilero, y las dueñas de la pensión "Casa Miranda" nos reciben con todo tipo de facilidades, otra vez baratísimo y sin tener que pagar hasta el final. Todo con un buen rollo y tan sencillo y barato que, a veces, mirábamos entre los árboles buscando una cámara oculta.

Teníamos tres días para hacer muuuchas cosas, así que pillamos la moto y nos dispusimos a ver las playas más cercanas. Fuimos dirección Oeste para dar con un par de playas, de las cuáles, la segunda llamada Paliton Beach fue la mejor. Allí estuvimos un buen rato descansando del tortuoso viaje. Luego nos dirigimos alrededor de la costa hasta Siquijor pueblo, donde nos detuvimos en el bulevar del puerto y vimos su iglesia. Tras eso, nos volvimos a la pensión a ducharnos y salimos a cenar. Antes, en la terraza del alojamiento, conocimos a unas chicas de Barcelona que nos contaron un poco de qué iba la cosa en la isla y nos informaron de que había fiesta en un sitio llamado "Sylvia's".
Fuimos a cenar a un sitio cercano y luego a tomar una cerveza en el "Baha Bar", un local que se situaba enfrente y que tenía música en directo. Ahí nos dimos cuenta de que todo el mundo iba ya para la fiesta. Así que nos unimos del tirón. Estaba bien, y muy ambientado el sitio, lleno de filipinos y extranjeros bailando como locos. Nosotros preferimos tomarnos algo tranquilotes pero no duramos mucho por culpa del cansancio. Además no esperaba un día de aúpa.

A la mañana siguiente nos tomamos un buen desayuno en la pensión y salimos hacia lo desconocido. La primera parada fue el Balete Tree, un árbol centenario cuyo atractivo es que tiene un manantial en su base el cual está lleno de pececitos de esos que te muerden los pies y se comen los callos. A Marina le da una mezcla de risa y repelús cuando le mordisquean y eso fue muy gracioso para todos los allí presentes.
La segunda parada fue, en el pueblo de "Lazi", la Iglesia de San Isidro Labrador" (muy chula, por cierto) y las cascadas de "Cambugahay", donde pudimos disfrutar bañandonos en el río e incluso tirarnos desde unas improvisadas "lianas".
Luego fuimos a la "Secret Beach" o playa secreta, para nosotros más bien playa conocida porque la encontramos. Eso sí, después de adentrarnos 15 minutos en la moto por medio del bosque y bajar unas escaleras de bambú bordeando un acantilado. En vez de arena, lo que había era coral muerto que se había ido depositando a lo largo de los años. Y el agua cristalina, tanto que daba hasta miedo que nos asaltara un tiburón o algun otro bicharraco marino.
Después nos acercamos a la playa de "Salagoong", o la playa del tobogán (el cual estaba "fuera de servicio"), que estaba muy chula con trampolines y el susodicho tobogán estropeado. Lo único malo es que había más gente que en la guerra, filipinos casi todos. Pero estuvo bien, allí comimos entre otros "guiris" que, como nosotros,  planificaban los próximos días por la isla.
Por último y, como nos pillaba de camino, fuimos a ver un par de miradores en las montañas cercanas, no veas que vistas. Un pasote.
Lo mejor de lo mejor de Siquijor fue la puesta de Sol más increíble que hemos visto, nosotros y todos los que estaban ahí (vamos a colgar un post después de este solo de fotos de ese atardecer, a ver si os hacéis una idea). Y luego nada más que una cenita en la calendería de al lado y a la cama.

El tercer y último día nos cundió aún más si cabe. Empezamos por las "Zodiac Falls", un río con 12 caídas de agua, una por cada signo zodiacal. La mejor era, sin duda, la de Acuario.
Después decidimos que queríamos adentrarnos en la tierra (to locos), así que fuimos en dirección al pueblo de "San Antonio", donde se encuentran las cuevas "Cantabon" Llegados al pueblo, un aire místico nos envolvió. Las iglesias y casas, invadidas por la vegetación,  adquirían un aire tétrico que, porque era de día, si hubiera sido de noche seguro que nos habríamos cag... en fín que continuamos unos metros hasta la entrada de las cuevas. Allí nos informaron unas alegres funcionarias de que teníamos que hacer la visita acompañados por un par de guías locales y que los precios eran menores si hacíamos grupo. ¿Os acordáis lo que os decía de esos "guiris" que planificaban el día siguiente? Pues esos mismos, una pareja hispano-británica, aparecieron de repente en sus motos. Tras adentrarnos en la gruta y pasar un buen rato, estos simpáticos compañeros nos contaron que en "San Antonio" existía una chamana llamada Aniceta Ponce que les hizo un ritual de curación de forma casi gratuita (admite donaciones, nosotros le dimos cien pesos).
El ritual fue bastante curioso, mezclando la magia con la religión y el quiromasaje. Te ponía una especie de toga y te ahumaba mientras susurraba oraciones al oído. Después, un doloroso masaje y un aceite de fabricación propia, para acabar con una infusión. Una experiencia más que sumar a la colección.
Para terminar las visitas, nos acercamos al monte "Malabahoc", donde disfrutamos de un paseo en moto por en medio de un frondoso bosque. Sólo nos detuvimos para subir a una torre mirador para ver el bosque desde arriba.
Cuando volvimos al hotel sólo había ganas de tomar algo y charlar con la gente. Y la verdad es que fue una gran noche, conocimos a algunos españoles que también estaban viajando por varios meses e incluso nos reencontramos con alguna que ya conocíamos de sitios anteriores. Allí, tomando unos cubatas de ron local y jugando con la pequeña gatita a la que bautizamos como "Fili", estuvimos hasta tarde.

Así acabó nuestra experiencia en Siquijor, donde la magia, la belleza y el buen rollo nos invadieron a nosotros tambien.

Dejamos unas fotillos.

domingo, 26 de marzo de 2017

Moalboal, volando entre sardinas

Antes de llegar a Cebú no teníamos muy claro el itinerario. Había muchas opciones y poco tiempo. Al Norte, dos islas: "Bantayán" y "Malapascua" y al Sur: "Moalboal" y la isla de "Siquijor".
Tras valorar tiempos y opiniones decidimos ir al Sur, más por el tiempo que teníamos que por otra cosa, porque habíamos oído maravillas, sobre todo, de Malapascua. Pero las 5-6 horas de autobús, más otras tantas de ferry para ir, más la vuelta... supondría gastar, al menos, un día solo viajando.
Con ésto, optamos por empezar por Moalboal, un pueblo al Sur de la isla de Cebú, que aunque es un destino muy elegido por los buceadores, tiene otras tantas opciones para los que no tenemos el Open Water  (Elena, ¡En algún momento me lo tengo que sacar!). La principal, coger un snorkel, adentrarte unos metros en el mar y encontrarte con una nube de sardinas nadando al compás. Pero de ésto os hablo después.
Era muy temprano cuando sonó el despertador en la pensión "Fátima". A sabiendas del tráfico de la ciudad y del horroroso calor, decidimos intentar coger pronto alguno de los muchos autobuses que salen desde la estación Sur con destino San Sebastián-Bato (hemos pasado también por Santander, Madridejos... y seguro que otros cuantos en los que no nos hemos fijado).
Nada más llegar, justo salía uno pero sin aire acondicionado. Si queríamos ir fresquitos teníamos que esperar una o dos horas, así que a sudar se ha dicho.
Tras tres horas de camino en un destartalado bus que paraba a cada rato llegamos al pueblo y tuvimos que negociar con un trycicle que nos acercó a Panagsama, la zona más chula y donde se encuentra el hospedaje.
Habíamos consultado previamente precios y fuimos directos a "Vivians Place", que no era especialmente barato pero para la zona estaba bien.
Dejamos las cosas y, como siempre, tocaba salir a tomar conciencia de dónde estábamos.
La zona, repleta de centros de buceo, resorts y cabañas, tenía su encanto. Llegamos al centro de la playa y alquilamos unos snorkels y ¡ale!, al agua a buscar sardinas. Cuál sería nuestra sorpresa que no habíamos nadado más de 10 metros de la orilla cuando las vimos. Miles y miles de ellas nadando al compás con un milimétrico ritmo. Increíble e indescriptible la sensación de adentrarte y rodearte de ese enorme banco de peces. Ni siquiera las fotos pueden reflejar al mínimo lo que vimos y experimentamos.
Pero lo mejor es que no sólo encontramos sardinas, sino también corales preciosos, peces de todos los colores, tamaños y formas, erizos, estrellas de mar y, como colofón, una tortuga que comía a sus anchas sin percatarse de que ahí estábamos observándola. No me puedo imaginar lo que los buzos pueden ver al adentrarse un poco más.
Entre baño y baño, una comida en un restaurante local que se convirtió en nuestro lugar de peregrinaje para alimentarnos y donde conocimos a una española que no paramos de encontrarnos en nuestras posteriores rutas.
Una ducha, una Red Horse fresquita con la puesta de Sol y a la cama a soñar con pescaditos.
A la mañana siguiente alquilamos una moto para acercarnos a las "Kawasan falls", las cascadas más famosas de todo Cebú y con el agua más turquesa que habíamos visto. No es de extrañar que hubiera tanta gente viéndolas.
Una pequeña caminata tras dejar la moto y llegamos al primer salto de agua donde encontramos la mayor parte de la gente (filipinos en su mayoría) y hasta un par de bares (la verdas que le quitan el encanto al asunto). Podías incluso alquilar una especie de plataforma de bambú para acercarte a la caída del agua y que te hicieran unas fotos (una turistada vamos).
Al ver tanta gente nosotros decidimos ascender hasta el salto más alto, el tercero. Allí se estaba más agusto y nos bañamos más tranquilos. Incluso Miguel se lanzó desde lo alto. Yo sólo me atreví a tirarme desde la segunda, un poco menos alta.
Baño aquí, baño allá, pasamos más de media mañana. Volvimos al pueblo a comer y continuamos. La siguiente parada fue la White Beach. Otra playa de arena blanca y agua cristalina que, no siendo tan espectacular como el resto, fue el lugar perfecto para echar una pequeña siesta, tomar el sol y reirnos un rato viendo a unos chavales, primero jugando a algo así como el "Balón prisionero" y luego al Voley playa.
Y retomando costumbres, puesta de sol, esta vez con una San Miguel Light (tipo Coronitas), una ducha, cena y a dormir.
Al día siguiente emprendíamos rumbo a "Siquijor".
Habíamos valorado la posibilidad de acercarnos al cercano pueblo de Oslob a nadar con Tiburones Ballena (peces de unos 16m de longitud), pero, tras informarnos bien, optamos por no ir. Nos gusta viajar respetando a los locales y sus costumbres, el Medio Ambiente y a los animales; y Oslob no lo hace. Los Tiburones Ballena siguen una pauta migratoria que se ve frenada al alimentarles artificialmente, y no se marchan del lugar, lo que modifica su naturaleza, aún más cuando diariamente sufren a cientos de turistas que se lanzan al agua a bañarse con ellos y fotografiarlos. Algunos incluso presentan heridas por haberse acercado a los barcos a por la comida
Hago esta anotación por si alguien sen plantea viajar a Filipinas y ser partícipe de este circo. Hay mucha información en internet sobre el tema. Hoy por hoym "Donsol" es el único sitio en el país donde es posible verlos en su estado natural, si coincide con temporada migratoria, normalmente Marzo o Abril, y si se tiene suerte. Pero es que es así como se hace de forma respetuosa y sostenible.
Bueno después de este discurso, ahí van unas fotillos.