miércoles, 21 de noviembre de 2018

Vídeo de nuestro viaje a Myanmar

Pues ha costado un poco porque teníamos muuuchas cosas muy buenas. Pero, al final, ha merecido la pena y nos ha salido un vídeo muy bonito compuesto por tres canciones que nos encantan.

Os dejamos el enlace de youtube aquí abajo.

¡Disfrutad!

https://www.youtube.com/watch?v=eNqAh1L_Aa8&t=529s

lunes, 29 de octubre de 2018

Myanmar: La Pureza del Alma

Creo que puedo decir que, en el Sudeste Asiático, ya lo he visto casi todo. Y quizá sea verdad que puedo decir eso, pero sé que no es cierto...

Dejando claro que, tras estar en Bagan, el Lago Inle, Mandalay o Hpa-An entre otros; aquellos lugares alucinantes que vimos antes por Asia, quedaron momentáneamente en el olvido. Cada comparación entre uno y otro serían, a día de hoy, bastante interpretables.

Por eso ahora querría hablar de algo que no se ve, y que no te van a enseñar en ninguna foto. Voy a esforzarme mucho en compartir ésto con todos vosotros. ¡Ojalá me entendáis!

Las vivencias, los momentos perfectos y los lugares místicos... todo eso está ahí pero, para que la experiencia sea completa, influyen otros muchos factores externos.

Si al llegar al aeropuerto de Yangon, con un calor que no se puede imaginar, no nos llega ese taxista y nos recoge del enjambre de gente, de la locura de controles y locales comerciales; y nos guía entre tooodo ese calor; no sé qué hubiera pasado. Y con el peor Jet Lag que nunca hayamos experimentado, nuestro primer amigo birmano nos llevó a casa sanos y salvos.
Yangon fue la Capital de Birmania y hoy, por motivos varios, no lo es. Aunque es la ciudad con mayor proyección internacional y con el mejor aeropuerto del país.

Nada más llegar, y con un hambre de pelotas, lo que haces normalmente es pararte en el puesto de noodles más cercano. Pero no fue del todo así, nos paramos en el de aquella niña... Que no sabes por qué, pero que ya te había cautivado con una mirada furtiva cuando empezabas a andar esa calle. Es una chica que, quizás de haber nacido en otro entorno, pudiera haber tenido una exitosa carrera profesional. ¡¿Quién sabe si incluso podría haber cambiado el Mundo?! Pero la vida es así, y hoy esa niña me está dando mi comida por algo así como 50 céntimos de euro con la mejor de sus sonrisas. La mejor de sus sonrisas se convirtió en la primera de una lista interminable, y que sé que no estaré ni cerca de poder contaros nunca.

Y es que aquella carrera improvisada con Uma (nuestra joven guía por el campo), tras horas de camino desde Kalaw, no se puede contar. ¡Cómo cuidan de sus animales de carga!, lo importantes que son para ellos... Y High, ese chaval que quiere ser guía turístico en un futuro y que tantas veces nos recogió del suelo, cómo nos mostró sin tapujos todas las costumbres de su pueblo. Ellos y ellas, que reían todo el tiempo, estupefactos por el simple hecho de que Marina y yo no estuviéramos casados y con hijos tras 11 años de pareja. Deberíais venir y ver cómo es todo ésto.

El color rojo y el olor, imposible de contar, de la boca de ese barquero nos llevó a soñar por un tiempo, bajo el Cielo y sobre el agua, que nosotros también éramos como ellos. Criaturas que flotaban todo el tiempo sobre ese lago. Flotando a través de sus atajos acuáticos para llevarnos hasta el mismísimo centro de rituales centenarios, y pidiéndonos que, por una sola vez, le dejáramos sólo un minuto para para rezar y admirar las tradiciones de su gente. Y, al volver tras un día entero de trayecto en la barca, ahí le esperaba su mujer para ayudarle a amarrarla y acompañarle a un más que merecido descanso en una compañía mucho más agradable, seguramente, que la nuestra.

No sé si hablar un poco más de lo bonito y lo importante que crearon las Birmanos en Bagan y Mandalay. Eso está ya bien escrito y lo habréis visto leyendo nuestro blog. Pero no se ven los detalles; no vais a poder saborear un desayuno de churros y samosas en aquel restaurante local. En medio de las miradas, amistosas y extrañadas. Tantas y tantísimas fotos con los lugareños, con madres e hijos, monjes y monjas... Ellos tienen una foto nuestra, nosotros nos llevamos la pureza de su Alma que, a cada momento, nos regalaban y que se nos quiso contagiar en todo momento.
 
Te vas a un parque y te buscan para ver que haces. Bajas a una cascada y te hacen de guía. La contraseña, una sola palabra... Y esa no es otra que una que diré después... Porque no es este el momento. No lo es si no estás aquí y la dices.

No puedo creer que existan corazones tan puros como para, hoy en día, aparcar sus agendas y planes futuros; parando algo tan importante como una línea de tren, y no una cualquiera. Este que está aquí se creyó con el derecho moral de detener la línea de tren más importante de Birmania, algo que ocurrió. Fue real que corrimos por las vías de un tren bicentenario por necesidad propia. Que volvimos, magullados y cansados, tras media hora de una búsqueda esperpéntica del "móvil perdido". Todo salió bien tras un derroche lapidario de nuestro propio Karma. Ya no se puede cambiar y, sí: mi móvil cayo de un tren histórico y lo pararon, esperando más de media hora, a que volviéramos Jesús y yo con él. No puedo calificar en frío nada de ésto y sólo puedo decir: ¡Gracias amigos Birmanos!

Aún así, pasando por lugares tan Sagrados como Hpa-An y la Roca Dorada, nos siguieron ayudando. Fuimos, por enésima vez, llevados en volanda por los prados de Hpa-Pu, la aldea de Kimpun o sus numerosas cuevas Sagradas. Es más, tuvieron tiempo de llevarnos al mercado de Bogyoke, servirnos una maravillosa cena en el barrio chino y ponernos unas copillas en el hotel horas antes de nuestro tortuoso vuelo de vuelta.

Y, ahora, sí que lo digo en serio. Las montañas, el Mar, o las grandes capitales... Es que en ningún momento fueron nada sin ellos... Las personas, esos niños y mayores, toda esa gente.

Es lo que es, algo que no podremos contar jamás. Es Myanmar: La pureza del Alma.

Debí decirlo al iniciar, pero ya llegó el final y necesito, una última vez, volveros a saludar.

"Mingalarbar" y, por supuesto, "Jay Zu Bar"...

Gracias. De verdad.























domingo, 28 de octubre de 2018

Shoppiny y Relax


Otro viaje en autobús (menos mal que ya era el último) nos llevó al hotel Ten Miles, cercano al aeropuerto. Todo un acierto por parte de Marina por dos motivos: estábamos a dos pasos de nuestro vuelo de regreso y, gracias a una promoción que encontró por Booking, ¡hotel de 5 estrellas con piscina para descansar a lo grande!

Dejamos las cosas y nos fuimos al Bogyoke Market a comprar regalitos y souvenirs varios. También nos pasamos por uno de los centros comerciales más modernos donde la Boy Band del momento en Birmania se encontraba en una firma de discos. Poco después nos acercamos, ya por segunda vez, al barrio chino para cenar y tomar unas cervezas.

Y, al final, relax. Habitación de lujo, desayuno de lujo y piscinita. Todo lo que uno necesita para hacerse a la idea de que le esperan tres vuelos y más de 25 horas de avión y turbulencias.
La llegada a casa, después de tanto esfuerzo, nos recompensó con el reencuentro con nuestros pequeños. Es lo mejor de volver, tener a los chicos entre nuestros brazos otra vez.

Aquí lo dejamos, van un par de fotos. Os prometemos un post final de resumen de este maravilloso país de ensueño.




























sábado, 27 de octubre de 2018

Hpa-An, belleza en estado puro.


A media tarde llegamos a Hpa-An, un pueblo o región que casi habíamos descartado porque creíamos que no nos iba a dar tiempo de visitar. Pero aquí estamos y, con lo bien que nos lo hemos montado, aún nos va a quedar un día para unas compras y un poco de piscina y todo. ¡Qué cracks!

A mí la zona me recuerda un poco a Vang Vieng, en Laos, pero con montañas más impresionantes si cabe y aderezadas con extensas zonas de arrozales. A las cuáles había que sumarles la recurrente amabilidad de los locales y la suerte de encontrar un alojamiento perfecto, cortesía del consejo de nuestros amigos españoles de Bago.

Al siguiente día nos adentraríamos en el corazón de la región en nuestra última moto para visitar los ocho lugares de interés más famosos. Pero hoy es hoy y aún nos queda tiempo para ver algo más. Y, con un Sol de justicia, nos atrevimos a cruzar el río y a subir al monte Hpa-Pu. Una locura que, quizás de haberlo sabido antes, no hubiéramos hecho. Menuda hora y media de ascenso por escaleras, senderos y escalas de bambú bajo el Sol que nos tragamos. Pero es que ya nos atrevemos con todo, aunque no veas la sudada que nos pegamos. Para acabar el día, una visita al mercado local y cena en un restaurante muy chulo (al que iríamos también al día siguiente).

A la mañana siguiente nos esperaba nuestra moto para afrontar el "soleado" reto de ver los ocho lugares más famosos de la zona. Empezando por la cueva Kaw Ka Taung, cuya mayor peculiaridad es que tiene un manantial donde puedes zambullirte (nosotros no nos metimos porque aún era algo temprano).

El segundo punto de interés también fue una cueva, la Saddan Cave. Una cueva tan profunda que tuvimos que salir por detrás (al ser lugares sagrados hay que entrar descalzos, por lo que tuvimos que atravesarla sin las chanclas), donde nos pillamos una barca que nos llevó hasta la entrada de la misma (no sin antes pasar por debajo de la montaña casi tumbados en la barca). Muy guay.

Tras volver a la moto llegamos a Yae Ta Khon, un manantial que hacía las veces de piscina (todos los niños del pueblo chapoteaban y se tiraban al agua) y en la cual nosotros también nos bañamos. Muy cerca estaba el parque de budas de Lumbini. Lleno de estatuas y en el que, si querías, podías iniciar una ascensión de dos horas a la pagoda de la montaña. Nosotros pasamos y seguimos con la ruta en moto.

Sobre todo pasamos de la montaña porque nos hacía mucha ilusión acercarnos a ver el Kyauk Ka Lat. Un monte minúsculo en el que, desafiando a la gravedad, se erige un templo. Es una imagen que supera cualquier expectativa y que tuvimos la suerte de ver de cerca.

Para terminar, tres cuevas más: Kawgun Cave, repleta de monos y en la que destacan las numerosas estatuas de buda y miles de representaciones a lo largo de la pared de roca (similares al estuco); Yathapyan Cave, otra cueva superprofunda que acaba en un mirador alucinante sobre el río y el valle; y Bat Cave, la cual no tiene demasiado más allá de una ascensión algo peligrosa y un espectáculo que se genera al ocaso con la salida de los murciélagos, algo que nosotros declinamos.

Y después de una cena estupenda en nuestro restaurante preferido nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos esperaba otro autobús a Yangon y un día de compras y últimas sensaciones en Birmania.

Dejamos unas fotos.