domingo, 2 de abril de 2017

Manila, lo último de Filipinas.

Se acabó la playa. Y menos mal en parte, porque vaya tela de quemaos y requemaos que llevo en mis espaldas. Ahora, y para terminar, dos días en la Capital para aprender un poco de historia y despedirnos como se merece de este país inolvidable.
Como de costumbre, antes de llegar a la habitación del hotel, había que pasar por una serie de desagradables experiencias: otro avión (y ya van seis), caminata de dos kilómetros con las mochilas a la espalda y la inestimable colaboración de todo filipino presente para agobiarte aún más tratando de venderte lo que sea y como sea; y más calor que qué, todo un clásico.

Todos sabemos que estas islas fueron colonia española por un tiempo. Hasta su nombre se lo deben al Rey Felipe II. Durante algo más de 300 años pertenecieron a la Corona hasta que una serie de acontecimientos hicieron que, primero pasara a otras manos, y finalmente lograran su Independencia. Básicamente en esta historia hubo tres protagonistas principales: España, el Pueblo filipino y los Estados Unidos. Y caminando por la ciudad se aprecian los vestigios de cada uno. No olvidemos que de ésto hace ya más de cien años.

Tras deshacernos del peso físico y mental del viaje, nos pusimos en marcha. Al estar muy céntrico nuestro hostel, podíamos atrevernos a hacer nuestro primer trayecto a pie. Empezamos por el malecón de Manila, concretamente la "Avenida de Roxas", donde nos dirigimos al primer punto de interés: el "Parque de Rizal".
Este parque debe su nombre a José de Rizal, un ilustre médico, escritor y  nacionalista que contribuyó a la Independencia de su país y que dio la vida por ello. No es casualidad la ubicación de este parque, ya que fue aquí donde fue fusilado (por los españoles, instigados por la Iglesia, qué raro). Justo en el lugar de su ejecución podemos ver un conjunto de esculturas, realmente impresionantes, que reflejan el momento de su muerte.
Más allá de ésto, el parque tiene varios jardines (el chino, el japonés y el de la orquídeas), bustos de héroes nativos y varios monumentos.
Tras el parque, nos dirigimos al mayor punto de interés de la ciudad, "Intramuros". No sin antes pasar por el Museo Nacional de Antropología que, al igual que los jardines del parque y otros lugares, era gratis por tiempo limitado (Marzo es el mes de las mujeres y casi todo es gratis).
No decepcionó.
Y, al fin, el famoso Intramuros. Aquí es donde se aprecia toda la herencia española de la ciudad. Con una estética similar a algunas ciudades ilustres de nuestro país, nos fue impregnando de su aire colonial mientras visitábamos lugares como la Iglesia de San Agustín, la Catedral y, por supuesto, el Fuerte de Santiago. En este lugar es donde quedamos más impresionados. Dentro de cual pudimos entrar en el Museo de José de Rizal donde aprendimos todo lo que hay que saber de este héroe-mártir nacional.
Al salir del Fuerte, el cansancio ya era demasiado notable y el dolor de piernas y pies nos obligó a volver en metro al hotel. Y, tras unas cervezas en la terraza que tenemos en la azotea, nos fuimos a dormir ¡de una vez ya!

Al día siguiente, decidimos pillar el metro otra vez para empezar por el barrio chino que, como otros barrios chinos, no tiene gran cosa más allá de muchos chinos. Se debe al hermetismo de su cultura, no se dejan conocer demasiado.
La noche anterior nos percatamos de que habíamos cometido un error dejándonos sin visitar la "Casa Manila", en Intramuros. Así que enmendamos el error y volvimos para hacer la visita. Estuvo muy bien porque nos enseñaron con detalle como eran las casas del Centro durante la época colonial. A Marina le gustó mucho.
Y tras tanta Historia, ya tocaba volver al presente. El de los centros comerciales, los distritos financieros y la gente. El de las diferencias sociales. El del dolor y la impotencia de ver tanta pobreza, tanto maltrato animal por las calles, tantas caras sucias y niños durmiendo en la aceras. Con cerrar los ojos no vale, tampoco mirando a otra parte.
La mierda de las calles de los barrios más humildes contrasta con la pulcritud del "Mall of Asia", el centro comercial más grande del Continente. Lugar donde decidimos ir para comprar algún souvenir del país. También comimos allí.
Después y, tras una odisea en jeepney, metro y autobús, llegamos a "Makati" (el barrio pijo). Los parques inmaculados, los rascacielos, restaurantes, incluso miniciudades exclusivas cerradas al pueblo y turistas, tomaban protagonismo. Visualmente es bonito y pasamos un buen rato entre gigantes relucientes, pero tras el toque de humildad que te provoca haber pasado, horas antes, por lo bajos fondos, casi te da coraje. Entre eso y que empezó a chispear, no estuvimos demasiado tiempo por la zona acomodada de esta gran Capital.
Volvimos en un taxi sorprendentemente barato y, ya liberados de todo plan, nos tomamos una merecida cena y unas copas en nuestra azotea favorita.
No sé si me dejo algo, porque ya llevo un par de rones en el cuerpo y estamos cansaditos. Pero, más o menos, creo que está todo.
Ya mañana nos volvemos pero os anunciamos que aún quedan cositas en el blog. El post resumen de Islas Filipinas y, lo antes posible, el vídeo de estos 23 días maravillosos.
Ahí quedan esas fotitos. Gracias a los que nos seguis.

2 comentarios:

  1. Te explicas mejor con los rones! Jjjjj k penita k se acabe, espero tengáis buena vuelta 😘

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    1. Gracias guapa!ya iremos al pueblo y nos vemos!un besote

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