¿Qué más se puede decir? Qué más, tras tantos días caminando sin rumbo entre el tiempo, la suerte, la gente y la sorpresa. Hoy, ya en tierras que nos son menos ajenas, nuestros ojos ya olvidaron un poco todo eso de ver tantas cosas nuevas. Todo tan distinto y tan nuevo.
El contraste fue tremendo al volver, el cálido recuerdo del cariño más cercano, choca con aquella emoción de estar tan lejos, tan perdidos y tan poco preparados. Lo que echabas de menos allí, vuelve a estar cerca, y esos a los que añorabas te preguntan sobre muchas cosas, esas a las que ahora echas de menos.
Ya no flotamos en el tiempo, ya no surcamos el espacio. Cuántos sentimientos encontrados.
Antes no pensábamos casi en lo que estaba aquí porque estábamos allí, muy adentro. Y cuando lo hacíamos, siempre sabíamos que de aquí nada se marcharía. Mientras hoy, nosotros ya nos hemos marchado y sí que pensamos que puede que ya nunca volvamos (eso será complicado).
Hasta este punto llegó el viaje, la cuenta atrás se detuvo justo a la vez que abandonamos el lugar donde nuestro tiempo se acabó.
Y ahora no podremos borrar el reflejo en nuestros ojos, la marca en la piel, el matiz de la mirada del que ha visto tanto, y esa arruga permanente que se creó tras sonreír y sonreír, y no parar de hacerlo desde el día que la primera puerta se abrió ante nuestros ojos, desde que que cruzamos la primera frontera.
Ya probamos a decir gracias, allá donde nadie nos escuchó, ni siquiera lo entendió, pero qué más da, si seguro que ya lo saben. Menos aún desde aquí poder mandarles nuestros recuerdos, no los recibirán, nunca. Pero, al menos, para nosotros es un consuelo saber que algún día volveremos a estar en aquel lugar en el que, ya por segunda vez; podremos pasear, encontrar y rememorar viejos tiempos con otros viajeros, ni mejores ni peores, pero nuevos compañeros.
En vez de volcanes son ciudades, las palmeras dejan naranjos en su lugar. El calor se hace frío, y luego calor, pero de otro tipo. Ya no es Bangkok, no es Chiang Mai, ni es Saigón. Son Madrid, Málaga, Cádiz, Sevilla y Toledo. Igual de bonitas, puede que mejores incluso, pero con un sentir mucho menos exótico ni aventurero.
Sólo nos queda empezar de nuevo y dejar ese tiempo dentro de un recuerdo guardado en el cajón de los mejores sueños. También, por supuesto, deseamos hacer partícipes de todos y cada uno de los momentos vividos en aquellos 4 meses, a todos los que nos siguieron. Todos han estado con nosotros en cada momento: por las calles de Hanoi, en la selva de Sumatra, las calas de Lombok, los meandros del Mekong laosiano o las cimas más agrestes de los volcanes de Java.
Gracias por estar, por acompañar y por venir. Por hablar con nosotros. Gracias a la familia, por supuesto. Y en especial a nuestros compañeros, los que comentaron con nosotros nuestros movimientos: Ana, Alex, Raquel, Sandra, Cots y alguno más que seguro que me dejo. No olvidamos a ninguno, porque ninguno nos dejó de acompañar.
Ahora sí, y ya con 3 semanas en casa, es momento de decir que hemos vuelto, ya nos hemos ido de allí. Pero para nosotros no será solo un recuerdo. Es un trozo inolvidable e imposible de borrar, jamás en nuestras vidas.
Es un topicazo, sí, pero ahí va: ¿adiós Sudeste Asiàtico? No. Hasta pronto.
Quizás, antes incluso de lo que nosotros creemos. Sabemos que volveremos.