¡Qué poco nos gustan las despedidas! Pero el tiempo pasa volando y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos abrazando a Jesús en el aeropuerto de Kuala Lumpur con promesas de reencuentro en España.
A nosotros nos tocaba continuar el camino y volver a cruzar una frontera. En este caso la que nos llevaba a uno de los países que más ganas tenía de conocer: Tailandia.
El plan, pasar un par de semanas de relax en las islas del sur, disfrutando de sus paradisíacas playas, haciendo snorkel, y pegándonos alguna de sus famosas juergas; a continuación, ir subiendo hacia el Norte, saltándonos Bangok que dejamos como último destino antes de volver a España.
El avión nos dejó en Phuket, la isla más grande del mar de Andamán y del sur de Tailandia y, junto a Krabi, la zona más visitada por los turistas. Cosa que fue evidente nada más aterrizar.
Al venir de una gran capital, quizá el impacto no fue tan grande, pero si el choque cultural, y es que pasamos de un país de predominio islámico a otro infinitamente más liberal.
Según bajamos del avión, pasamos el control policial sin más y nos abordaron para tomar alguna de las tantas minivan que nos acercarían a la playa de Patong, donde se encuentra la mayor parte del alojamiento y la zona con mayor oferta de ocio y restauración de la isla, y el lugar donde estaba nuestro hotel (por una vez y para no tener problemas en inmigración, teníamos reserva). 45 minutos después llegamos a la que sería nuestra residencia las próximas tres noches. Nos sorprendimos muy gratamente al ver la habitación, ya que probablemente era la mejor en la que habíamos estado: limpia, con sábanas, toallas, papel higiénico y jabón, agua caliente, aire acondicionado y ¡hasta una pequeña nevera y un balconcito!. Vamos todo un lujo a un precio irrisorio en España (5 euros persona/noche).
Eran las 11 de la noche cuando llegamos con lo que poco pudimos hacer, más que deleitarnos con una rica cena bañanda con una Chang (junto con la Singha, las cervezas locales) y buscar una moto de alquiler para los siguientes días.
Nos levantamos con muchas ganas de playa y, aunque era bien temprano, allí que fuimos. Elegimos explorar la isla hacia el sur. Visitamos las playas de Patong y Karon, donde estrenamos mi cámara acuática. Comimos en muy rico en la playa de Kata (¡Estoy echando tripa!) y nos dimos un chapuzón en la playa Nai Harn. Pero nos dimos cuenta de que nos hacía falta urgentemente comprar unas gafas para explorar mejor esas aguas, que a cada paso que dábamos alejándonos de los turistas, más azules se volvían. Y lo conseguiríamos a la mañana siguiente.
Después de disfrutar como enanos toda la mañana nos dirijimos a varios miradores con unas vistas impresionantes. Completamos la tarde subiendo a ver un enorme Buda de 40 metros en la cima de la montaña Nakked y aprovechamos la altura para tener una vista privilegiada de la puesta de Sol.
Pero ahí no iba a acabar el día. Teníamos curiosidad por conocer la famosa calle Bangla que por la noche se vuelve peatonal y se llena de gente con ganas de fiesta al más puro estilo Las Vegas (pero en versión cutre).Y menuda impresión: luces por todos lados, chicas bailando encima de las barras, gente ofreciendo "espectáculos de ping pong" (imaginar por donde salen las pelotas), borrachos, música en directo, jovencitas de la mano de señores... un espectáculo de perversión digno de cualquier película de juerguistas.
Nosotros optamos por un local con música rock en directo donde tomar algo y huir de esa locura.
Al día siguiente, nos dirigimos hacia el norte donde además de las gafas de snorkel conseguimos encontrar una preciosa calita (Laem Sing) cerca de un riachuelo (con el agua de río improvisaron hasta unas duchas) y donde pasamos la mañana, no sin antes pasar un control policial antidrogas.
También nos acercamos a las playas del norte, pero resultaron ser las playas de los resorts, así que nos fuimos a comer a un cercano pueblo y a conocer Phuket ciudad, donde además teníamos que comprar los billetes del ferry que nos llevaría a las islas Phi Phi, siguiente parada.
Un poco de descanso y una copita después, terminaron con nuestra visita a esta bonita isla, explotada por el turismo de borrachera y los vicios y excesos de los extranjeros, pero con mucho más que ofrecer si sabes buscar.
Se os ve bien pareja seguir disfrutando y enseñándonos más lugares lejanos cuidaros muxo 1abraxo
ResponderEliminarUn besazo gordo Alex!
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